Lo primero sería leer sin impronta intelectual, sin prisa, ir hacia el Libro Rojo requiere de una
paciencia y un tiempo especiales, y una cualidad de líquido… el libro es
verdaderamente un reino dimensional que puede operar la liberación de nuestra
magia, pero si nos acercamos a él exigiendo la revelación, ésta se evade.
Lo primero para acercarte al Libro Rojo es volverte sangre
que fluye por los renglones, dejar de ser un ser pensante para ser un ser
"sintiente".
En este libro Jung explora a la manera de un científico un
reino sagrado, y el reino lo primero que le pide es que deje su piel de
científico y entre directamente al templo como un hombre.
En las siguientes palabras de Jung descubrimos cuánto le
debe haber costado despojarse de esa capa protectora, al leer el Libro Rojo
pensaríamos que Jung estaba familiarizado con la fantasía… por eso sus palabras
nos sorprenden:
"Permitir que hubiera fantasía en mí mismo tuvo el
mismo efecto que el que se produciría en un hombre que llegara a su puesto de trabajo
y encontrara todas sus herramientas volando a su alrededor y las viera hacer
cosas independientemente de su voluntad."
El género del Libro Rojo es un híbrido que no permite
clasificaciones, aunque nos encontramos abundantes secuencias dialógicas,
género destacado en la filosofía occidental (en 387 d. C San Agustín en sus
"Soliloquios" utiliza el diálogo entre él y la Razón). En el libro
Rojo igualmente Jung conversa con sus realidades psíquicas, con los personajes
de su errancia interior, personajes que se le presentan para fomentar el
diálogo, y hacerlo descubrir la otredad propia.
Estas imágenes que aparecen ante Jung son producto del inconsciente,
no del yo; y como realidades "independientes" (independientes de su
yo social, del yo cerrado en los perfiles de su nombre y su historia) se
presentan a Jung, son voces de "otros", son personajes, máscaras de
sí mismo, aunque son otros, son también
su propia voz, algo tan común al oficio del escritor, tan común. El escritor se
adueña de esta estrategia narrativa, y deja que sus personajes tomen el
control, el escritor crea sus realidades psíquicas y se aleja de ellas, como
Jung. Tal vez por ello la literatura sana, redime, aunque no sea una de sus
funciones, es una de sus consecuencias.
El arte y la ciencia que se derivan del Libro Rojo (arte
porque los párrafos son extensos poemas en prosa, propuestas filosóficas bajo
el ornato de una estética desgarradora; y ciencia en tanto el estudio del Libro
Rojo desvela a los seguidores de Jung las razones profundas de sus presupuestos
científicos) no son más que sirvientes del espíritu creativo, que es el que
debe ser servido. Ese espíritu creativo es el móvil interior de ambas
disciplinas, no es su objeto de estudio, sino la fuente de vida.
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