miércoles, 27 de marzo de 2013

Lobito...







Hay personas cuyas palabras manchan el mundo, donde ponen su voz se derrama un pantano. A esas personas yo las llamaría ogros...

YRM



Lobito.


Lobito nació y fue tocado por la luna, su madre lo miró y comprendió que había nacido un ser de luz. Y sí, para su madre lobito fue una estrella, una gota de agua en el desierto, aire fresco. Pero lobito no tenía un padre que lo comprendiera del todo, tenía un padre ciego a la belleza de lobito. Era un ogro. Los ogros son criaturas que nacen en la violencia y dejan que su corazón se seque, no lo cuidan ni protegen, ni buscan salir de la violencia en que nacieron, se van acostumbrando a la violencia a fuerza de volverse violentos, y un día dejan de sentir el dolor, pero también dejan de sentir el amor… los lobos también nacen en la violencia pero guardan su corazón en un cofre con lágrimas para que no se seque, se vuelven sabios conforme dejan que la luna los consuele. Al corazón de lobito a fuerza de tanto riego, le salieron raíces y dio frutos, al corazón del ogro, seco por falta de llanto desde su infancia, le salieron escamas. Se convirtió en un corazón astado, y quien estaba cerca irremediablemente salía herido.
Sin embargo, lobito lo amaba, lo amaba porque era su padre; y es que lobito, tan sabio, sabía que el amor le hace bien al amador más que al amado, aunque parezca lo contrario. Y cuando su madre y él, obligados por el instinto de supervivencia, se alejaron del ogro, lobito no guardó rencores, siguió amando.
Y así, lobito, lejos del ogro, pudo desarrollar todo su potencial, pudo ser diferente gracias a que no había quién se lo impidiera, quién lo juzgara, quien lo criticara. Y es que su madre también era un ser del bosque, una hembra libre que un día se enamoró de un ogro, y vivió esclava por amor hasta que vio que esa esclavitud la estaba matando, y si ella se moría quién cuidaría de lobito... entonces dejó al ogro, aunque casi se le rompe el corazón. Si no fuera por lobito, que llenó de luz su vida, quién sabe qué hubiera sido de ella.
Y lobito, que había nacido en la violencia cuando sus padres estaban juntos, vivió en la paz cuando sus padres se separaron. Hubo problemas, claro, los lobos no tienen casa, y deben conseguir su alimento con dificultad, y la gente les teme por esa habilidad de andar en lo oscuro, no los conocen en realidad. Y lobito no tenía ni mucha ni bonita ropa, ni mucha comida tampoco, ni vacaciones en lugares caros (de hecho no tenía casi nunca vacaciones porque su madre debía conseguir alimento a diario y si se daban vacaciones se morían). Pero en medio de estas dificultades había paz, la paz de saber que podría ser lobo a sus anchas.
Y dejó que sus cabellos crecieran, libres; dejó que sus ropas salvajes lo distinguieran de los borregos que llevaban marcas, y si había algún dolor en su corazón por la perdida de aquel hogar original usaba la música para desahogarse. Sin embargo, la única música que lo aliviaba estaba llena de estruendo, era un reflejo de todas sus tormentas. Y vista desde la distancia parece oscura, y a muchos asusta por sus notas de inframundo (donde revientan las semillas), esa música, de esencia semejante a la carta más temida del Tarot, fue un reino seguro donde se refugió lobito.

(Si juzgamos a los demás por las apariencias habrá que cuidarnos mucho de los parámetros que nos sirven para determinar si algo está bien o no. Porque los parámetros pueden ser un equívoco, y podrían hacernos ver a Jesús como un bandido y a Hitler como un respetable ciudadano, digo, si es que nos quedamos con las apariencias externas de orden y no con las esencias de bien. Esto siempre ha sido complicado para el ser humano, porque se deja guiar por el exterior que siempre está más a la mano y facilita mucho las cosas, el exterior está ahí y es algo tangible. Pero no es un signo claro ni determinante, se confía en el exterior por las veces que es un reflejo del interior, pero hay otras ocasiones en que es una máscara, o un escudo protector para que la gente no se acerque, o un golpe de gracia y originalidad. Así que el exterior tiende a generar confusiones. Si nos diéramos el tiempo de leer bien a bien los signos del exterior, el mundo sería distinto.  Si esperáramos a platicar con el chico greñudo tal vez descubriríamos otro Einstein, si no entregáramos tan rápido la confianza al pulcro y aristocrático galán tal vez evitaríamos decepciones.)

Quienes se han dado el tiempo para escuchar a lobito lo admiran, quienes lo rechazan por su cabello largo y sus pantalones rotos se la pierden. Su madre y sus hermanos lobos aman a lobito, y lo admiran, porque entre la misma manada lobito se destaca, sabe hablar con la luna, y ella le contesta, y cuando alguien necesita un consejo que venga directo de las estrellas, lobito se lo trasmite. Y no sólo la manada ama a lobito, lo aman los demás seres del bosque, tiene muchos seguidores, no necesariamente de su edad, lobos de su edad hay pocos. Y uno cree que eso debería bastarle a lobito para ser feliz, pero no, lobito insiste en ir al castillo de su padre, asomarse por los muros donde se escuchan los acordes del órgano y los rezos de los ogros antes de comer a sus víctimas.
El amor a su padre es más fuerte que su miedo, (sí, lobito le tiene miedo a su padre, no puede hablar con él de lo que siente, la única vez que lo hizo salió herido). Pero el amor sigue siendo más fuerte que el miedo, afortunadamente, y eso lo hace dejar de vez en cuando su hogar en el bosque para ir a visitar el castillo.
Hasta aquel fatídico día en que fue tan trágicamente lastimado...

Fragmento

Enuma Elish presentación en Chapala