sábado, 27 de junio de 2015

El libro rojo de Jung,

Taller de Escritura Creativa con el Libro Rojo de Jung.

Consigna: diálogo... con otro -que es al mismo tiempo el sí mismo-, guía que nos sirve de pretexto para entablar una muy seria conversación con lo que somos.

Algunas frases del Libro Rojo para que se inspiren:
Soy el ciervo que trae la Palabra, y no sabe qué es lo que lleva en su mano. Le quemaría si no pusiera aquello que lleva en su mano, ahí donde su Amo le ha ordenado que la coloque.

La cotidianidad es la gran ama y esencia de la divinidad ¿crees tú hombre de este tiempo que el reír sea menor que el adorar? La suma de la vida entre el reír y el adorar es lo que decide, no tu juicio.

El esclavo de la virtud encuentra su camino tan poco como el esclavo del vicio.

Y lo que se vio en la sesión:
Las realidades psíquicas... como la que vivió la niña que hubo de fugarse a la luna para soportar una violación, esta niña "efectivamente" vivió en la luna; y sólo comprendiéndola en su realidad psíquica se le puede ayudar a volver.
Jung creyó en la realidad psíquica, como los lectores creen en lo que leen.
Nuestro "hombre interior" está más interesado en la VERDAD que el "hombre exterior", por eso, ese "hombre interior" crea interferencias, para que el "hombre exterior" descubra la Verdad. Así, algunas de esas interferencias se manifiestan por medio de enfermedades, sueños, visiones... La literatura es un territorio ideal para que el "hombre interior" deposite ahí todo aquello que desea que el "hombre exterior" contemple. Por eso, el que desea acercarse honestamente a la escritura debe estar dispuesto a dialogar con su propia voz interior, muchas veces convertida en sombra, y no a someterla.
La Literatura es una huella de esos mundos interiores que desean salir y hablar al hombre, a todo hombre, es una máscara que, no obstante es máscara, no oculta, sino manifiesta. Aquellos personajes que usamos para nuestras ficciones son máscara que ingenuamente creemos nos oculta, pero hondamente nos manifiesta.
Por ello la máscara reina en el tiempo del festival, tiempo de ensueño que nos inclina a usar la antimáscara, forma que nos permite liberarnos de la otra máscara, con la que cargamos a diario; es el tiempo de la no interferencia, el tiempo de la libertad: literatura, festival del alma abierta.
Quien ha penetrado en este reino, el de la escritura, la ficción... debe respetar las visiones, efectos de un sistema que promueve la creatividad; toda fantasía debe ser tomada en cuenta cuando de escribir ficción se trata, porque toda ficción es el festival donde bailan los destinos, libres.
Las artes son entonces, "talismanes" que el hombre produce, talismanes para vivir en el ensueño y experimentar la vida, la verdadera vida.

jueves, 25 de junio de 2015

De la cueva a la "Mansión"





En tiempos remotos, hace varios siglos, el hombre se refugiaba de las fieras y del clima en las cuevas, las cuevas eran su hogar, la roca los protegía.  Altamira guardan aún la evidencia de aquel cobijo que el hombre buscó en las entrañas de la tierra; en sus brazos de piedra el hombre primitivo amó, durmió, temió…, era aquella una Edad que para muchos se asemeja más al sueño que a la realidad: La Edad de Piedra, cuando la tecnología no había asomado sus pestañas por el horizonte.
Entonces, lo que para nosotros es tener una casa era más bien tener un refugio, un techo que protegiera al hombre de la intemperie; hoy, seguimos usando esa expresión, pero ahora “tener un techo” implica no sólo estar a resguardo del vendaval, sino tener un baño, una cocina, gas, luz, teléfono, internet, y tantas otras minucias que se instalan bajo ese sencillo o lujoso “techo”.
Y así, los “techos” fueron cambiando gradualmente; de las cuevas se pasó a las chozas, cabañas, tiendas, sin embargo cualquiera que fuera su forma entonces, todos juntos, al caer la noche, compartían el calor de una hoguera, contemplaban sus rostros iluminados por las llamas y contaban a los pequeños las historias de la tribu ¿ya vamos entendiendo también de dónde viene la palabra hogar... y por qué hogar más que referirse al espacio físico se refiere al emocional, al del encuentro, al de los seres que coinciden?*
Pues bien, el tiempo, que va desplegando sobre el mundo una suerte de catálogo, le ha mostrado al hombre todo lo que puede trasformar con sus manos. Y así, nuestros ancestros fueron avanzando por el sendero de las comodidades. Aunque en el trascurso de ese viaje humano la piedra nunca ha dejado de ser lo que fue en un principio, a pesar de que el hombre halló nuevos materiales para construir su refugio, nunca dejó la piedra, ella siguió siendo parte de las estructuras materiales donde el hombre vive, o muere, ama u odia, goza o sufre.
Y con las muchas posibilidades de la piedra el hombre construyó murallas, castillo, cárceles, templos; y la piedra, sin poder replicar por los cambios,  acompañó al hombre en su aventura. Unas veces fue madre protectora, otras veces severo guardián de los esclavos o muro de división.
 Pero la piedra sobrevivía a sus constructores, se alzó sobre el horizonte en forma de ruinas, y mostró al hombre nuevo que ahí donde están sus despojos, un día hubo risas, llantos, vida. Las grandes civilizaciones hoy son recuerdo o incógnita. Lo único que nos queda es la piedra con su voz de leyenda. Aunque silenciosa, puede contar muchas cosas:
En la Roma antigua se construyeron, a lo largo de los caminos, varias fortalezas llamadas por los romanos mansionis**, eran muy grandes pues servían como albergue para viajeros, comerciantes y emisarios reales (otra vez el refugio). Al paso de los siglos, en la Edad Media, durante Las Cruzadas, aquellas mansionis mutaron a castillos y fortalezas protegidas por caballeros Templarios, eran refugio seguro para los peregrinos.
En los muros de esos castillos se tejieron y destejieron historias fantásticas, algunas no poseen más veracidad que el gozo que producen, otras son símbolos de una verdad interior, pero lo cierto es que el término albañil deriva directamente de los constructores de los castillos medievales; eran los portadores de los secretos de la piedra, su símbolo la escuadra y el compás los distinguían de los demás gremios. Los llamamos masones y hay en torno a ellos mucha especulación, lo verdadero es que de su antiguo nombre francés: macon, luego mason (albañil), se deriva la palabra masonry, que en inglés distingue una casa de madera de una de cemento. Bien diferente es la protección de la roca, es algo sabido desde los orígenes.
Y hoy… ¿nos detenemos a pensar así de los muros que emergen del paisaje citadino, de los hogares en la urbe; de las paredes que al dormir nos cuidan de la tormenta, el viento y el frío? ¿Tomamos en cuenta que la distribución de una casa no es sólo el nuevo estilo del arquitecto de moda, sino el estilo de sus moradores, un reflejo de los sueños? ¿Hemos visualizado la casa como una gran matriz que nos guarda con celo del exterior; como unos brazos anchos y fuertes dentro de los cuales podemos arrojarnos a llorar sin temor a ser vistos?


Artículo publicado originalmente en la revista La Maisón coordinada por Carmen Rosas Michel


Algo de etimologías:
*El término hogar deriva del latín «focus» – «hogar» (lugar en la casa donde se prepara el fuego) luego el término se extiende a la casa misma o a la familia que habita en ella.

**La palabra mansión que a tan grandes construcciones nos remite viene del latín mansio, mansionis (lugar, lugares para permanecer). Eran grandes albergues colocados en los caminos para que los viajeros y el correo imperial pudieran alojarse cómodamente durante sus viajes.

Enuma Elish presentación en Chapala