martes, 31 de enero de 2012

1984, un mundo sin palabras.

1984, un mundo sin palabras
De la novela de Georges Orwell, 1984.

Dentro de cincuenta años los diccionarios se habrán convertido en simples panfletos de escasas 30 páginas, o algo así. Los sinónimos serán obsoletos, los verbos que implican dificultad al conjugarse desaparecerán (y no habrá ya palabras para referir dicha acción), la gramática se simplificará al grado de eliminar artículos, preposiciones, pronombres y otras complicaciones del lenguaje. Será suficiente conocer los términos elementales… daré un ejemplo: la palabra bueno será suficiente para abarcar una amplia gama de potenciales connotaciones positivas, eliminando  todos sus sinónimos. Ahora que, al darse el caso de que la palabra en cuestión no expresara el “grado” que nuestra intención desea, se le puede añadir el prefijo plus: plus bueno, por ejemplo; y si esto aún resulta insuficiente se añaden múltiplos, en serie ascendente, hasta lograr el valor exacto para la expresión: doble plus bueno, triple plus bueno... Si por el contrario, deseamos hablar de malo ya no será necesario aprender otra palabra pues bastará utilizar el prefijo anti: anti bueno, anti triple plus bueno... simplificaciones que evitarán el desgaste mental.
Ah, eso no es todo, también se eliminarán vocablos que provoquen conflictos, como la palabra "libertad", término harto polémico. Esta palabra será utilizada sólo para expresar en su forma objetiva la privación material de una posibilidad, ejemplo: el perro está "libre" de su correa....
Imagen de Ana Elena Balbusso
Si has llegado hasta este punto de la lectura y te muestras encantado con las modificaciones que se proyectan, déjame advertirte que utilizamos las palabras para ordenar nuestro pensamiento, nos valemos de palabras para dar secuencia y coherencia a los conceptos con los que nos explicamos la vida con sus circunstancias. ¿Qué haríamos sin las palabras?, ¿cómo explicarnos el mundo y su entorno, cómo entender lo humano sin la palabra?
Afortunadamente todo esto es real sólo en 1984, novela de George Orwell, en donde un país es víctima de un régimen totalitario que se vale de este tipo de métodos para someter al pueblo. Sin embargo, depende de nosotros que esto sólo sea ficción, y que nuestra lengua continúe vigente con su grandeza y peculiaridad. Perderla es perdernos, es desperdiciar la facultad superior de la humanidad para nombrar y con ello dar vida. Al eliminar palabras, o desconocerlas, asesinamos el sentido y significado de varios conceptos que explican el mundo que nos rodea.
Todo esto viene al caso a raíz del mensaje que propone la mencionada novela que inspiró el programa de “Big Brother”, mismo que tomó de la obra de Orwell sólo el detalle de la enorme pantalla que vigila con un ojo. En la novela los ciudadanos son custodiados, igual que los conejillos de indias del programa,  con la  siguiente leyenda: “el gran hermano te vigila”.  Lástima que lo que ahora sabe la mayoría sobre El gran hermano es que fue un programa de alto rating, y no que es el centro del dramático mensaje de un mundo sometido a constante vigilancia, maquiavélica manipulación y fatal pérdida de la libertad.


Hoy, el gran hermano nos vigila de nuevo... ahora con nuevas tecnologías. 


lunes, 23 de enero de 2012

Caperucita Roja, al desnudo...

Sólo atravesando ciertos límites pasa el individuo a una nueva zona de experiencia.
Joseph Campbell


Para comerte mejor…
¿Es Caperucita Roja una historia tan inocente como parece a primera vista?
Anterior a la versión que la mayoría conocemos (difundida por Perrault y los hermanos Grimm), el cuento de Caperucita Roja nació durante una época en la que no existía la literatura infantil como tal. Los niños y los adultos se reunían juntos en la plaza para escuchar a los contadores de historias. Entonces  había algunos cuentos cuya función era la de advertir no solamente a los niños, sino al público en general, sobre los peligros inherentes a la vida. Caperucita Roja trata del acoso de un lobo a una niña… Si nos detenemos en la literalidad, ésta es un argumento  sencillo, pero si ahondamos un poco y penetramos los símbolos es posible descubrir algo mucho más intenso:
Una niña va a visitar a su abuela enferma y en el camino por el bosque se encuentra un lobo que le cuestiona “¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas, o el de los alfileres?” Para quienes han intentado fabricar un vestido saben que hay dos formas de hacerlo: podemos usar sólo alfileres y cocer, lo que implica que el trabajo nos llevará muy poco tiempo  (con el riesgo de que si no somos expertos es posible arruinar la labor), o podemos hilvanar minuciosamente la tela con una aguja para hacerlo como es debido. La niña ha sido aleccionada por su madre y sabe que no debe ir por el camino fácil, así que responde al lobo “por el de las agujas”. Pero el lobo es astuto y “experimentado”, puede ir por el camino de las agujas, llega primero a la casa de la abuela, y se la come. En algunas versiones infantiles se aplicó la censura y el lobo sólo esconde a la abuela en el armario, pero censurar es una forma de eliminar el símbolo: la abuela está ahí representando la sabiduría. El lobo debe comerse a la abuela para que la niña no tenga acceso a ella (a la sabiduría) y él pueda más fácilmente convencerla de sus propósitos...


¿No deberíamos preguntarnos en este momento por qué no se comió a la niña justo donde la encontró? ¿No resultaba más fácil y práctico para el lobo hacerlo así? Bien, si la intención del lobo sólo es comer a la niña, la respuesta a todas estas preguntas es sí, pero si la intención del lobo no es literal y debemos enfrentarnos de nuevo a los símbolos, ésta es la clave de lo que el cuento representó en sus orígenes: ¿En dónde se come el lobo a Caperucita y después de qué tipo de preguntas? El lugar que el lobo elige para “comer” a Caperucita es la cama, y las preguntas sobradamente sensuales. En una recopilación de cuentos franceses del siglo XVIII de Paul Delarue y Marie-Louise Teneze (París 1976) encontramos la siguiente versión: “Abuela, ¿por qué estás tan peluda? Para calentarme mejor, hijita. ¿Abuela, por qué tienes esos hombros tan grandes? Para poder cargar mejor la leña, hijita…” y así sucesivamente el “lobo” responde a la niña, justo como respondería un hombre a una mujer curiosa.


El cuento ha sido despojado de su intención original para adaptarlo con gran éxito al público infantil. Sin embargo, en el proceso evolutivo de la historia se han perdido valiosas pistas. El final de algunas versiones es más sanador que el de otras: el lobo se come a la niña, un cazador lo encuentra dormido cercas del río, le abre la panza y saca a Caperucita, a la manera de un parto por cesárea. Una experiencia así permite al individuo, que ha pasado por una de las muchas trampas de la lobísima vida, volver a nacer. El lobo se traga a la protagonista, como sucede en la realidad, pero la liberación última, a pesar del traumatismo brinda redención y esperanza, ¡y eso, es sanador!

jueves, 19 de enero de 2012

Sherlock Holmes y las hadas...

En la creencia de que sólo la ficción explora mundos más increíbles que el nuestro, dejamos de creer que sea real cualquier evento que rebase las fronteras de lo que nuestros sentidos verifican y nuestra razón comprende.

YRM

Si verdaderamente conseguimos probar que, en la superficie de nuestro planeta, existe una población tan numerosa como la de la especie humana, que hace su vida como le place y que se distingue de nosotros por la simple diferencia de la frecuencia de sus vibraciones, las consecuencias de nuestro descubrimiento son difíciles de imaginar. 

Ana Garralón


A poco de haber salido de la primera guerra mundial, el Strand Magazine encargó a Sir Arthur Connan Doyle, padre literario de Sherlock Holmes, el más famoso detective de la historia de la literatura, un artículo sobre hadas que se publicaría a finales de noviembre de 1920, como preámbulo navideño. 


Mientras  escribía el artículo, llegó hasta sus oídos el caso de las hadas de Cottingley (dos niñas  habían fotografiado hadas y los especialistas tenían dificultades en señalar las fotografías como falsificaciones). Fue tal la euforia de aquel evento que muchas mentes brillantes, entre ellas la de Sir Arthur Conan Doyle, se vieron involucrados; era un caso mucho más espectacular para él que ninguno de los que había creado su pluma; tal vez porque involucraba la incursión de seres imaginarios en la realidad. El artículo detonó acerbos comentarios sobre lo perjudicial que resultaba dejar que los niños creyeran en las hadas. Hubo posturas encontradas y se investigó más sobre el asunto hasta lograr que las niñas aceptaran haber manipulado las fotografías, (una de ellas, Elsie, era gran artista y conocía los métodos del revelado fotográfico), sin embargo, Frances nunca negó que realmente habían visto hadas, ni aún cuando ambas eran ya mayores: si confesamos la manipulación fotográfica en un momento dado, dice Frances, fue por el molesto acoso de curiosos y periodistas.


A casi un siglo de aquel debate, ¿qué será mejor?, ¿dejar que nuestros niños admiren insulsos personajes de la farándula que son ciertamente de carne y hueso, pero que no aportan al imaginario colectivo ni una pisca de creatividad; o seguir alentando la búsqueda de referentes simbólicos que expliquen un poco de los misterios que nos rodean?

A casi un siglo también de los adelantos en la ciencia y ante el asombro que nos provoca la mecánica cuántica (cuyas implicaciones resultan asombrosamente mágicas), las hadas tienen de nuevo un papel relevante; ahora podemos entender que estos personajes son poéticas visualizaciones antropomorfas de una naturaleza viva. La creencia en las hadas no requiere del abandono de la razón, sino de una posibilidad de alternar dos dimensiones, la física y la mental, o dos esencias, la materia y el espíritu, o dos posturas: la poética, llena de metáforas, y la racional, llena de explicaciones. Sabemos del beneficio de permitir que en la resolución de problemas cotidianos alternen nuestros dos hemisferios cerebrales, cada uno cumple funciones específicas, complementarias. Personajes como las hadas, son visualización simbólica de una naturaleza que ciertamente está viva, fórmula natural de nuestra imaginación para volver visible la esencia de algunos elementos: los gnomos (de la tierra), los elfos (del viento), las ondinas (del agua), los dragones (del fuego); mecanismo mítico para entender lo que es invisible para el sentido de la vista, como las energías y fuerzas que desde hace tiempo los científicos exploran con célebre entusiasmo. Si los matemáticos buscan fórmulas para explicar el universo, la literatura lo hace con metáforas, con símbolos, con poesía...

Flor llamada Nido de Hadas
Flor del Copao - Desierto Florido 2010 Sector Carrizal Bajo 


Sir Arthur Conan Doyle exploró estos mundos a través de la escritura,  sus personajes buscaban por todos los medios desentrañar grandes misterios. A partir de esta actividad literaria debió surgir su profundo interés por los temas ocultos, en su obra conviven la razón y la intuición como un matrimonio bien avenido; la razón y la intuición son elementos de éxito a la hora de buscar la verdad en los casos que resolvían Sherlock Holmes y Watson, ellos mismos eran símbolos. Si Doyle prestó atención a las hadas de Cottingley, es porque se dio permiso de creer que, a pesar de que hubiera habido o no manipulación de las fotografías, las hadas están ahí. No con vestidos a la moda, ni con figuras humanas, pero sí en medio de una naturaleza que palpita indiscutiblemente, y que guarda misterios mucho más asombrosos que los del mundo feérico, ¿no son acaso las múltiples especies del planeta una muestra rotunda de la posibilidad infinita de formas que adopta la naturaleza a la hora de crear a sus hijos? ¡Vaya, el espíritu prepotente de nuestra especie cree que su racionalismo tiene todas las respuestas! Y lo cree contra todas las evidencias que a la fecha se han dado de cuán lejos estamos de conocer todas las preguntas.

Entre más misterios resuelven los científicos, se engendran más dudas. A partir de la luz que la ciencia arroja aparecen nuevas paradojas. Se desvela el misterio del átomo y hágase la luz con la mecánica cuántica. Sin embargo, como herederos del racionalismo, de la dualidad, de los sistemas deterministas, y de tantos logros de uno solo de los hemisferios cerebrales, hemos olvidado que, como dijera un personaje de Shakespeare: hay muchas más cosas en el cielo y en la tierra de las que podemos comprender con nuestra filosofía
Hoy, la naturaleza se ha manifestado ya como un ser vivo, sus entrañas palpitan y nos muestra que hay vida en ella, pero los homo sapiens sapiens, pensamos que somos los únicos dueños de la vida, y arrasamos las selvas, consumimos la savia del planeta, contaminamos sus pulmones, inmersos en un sistema racional que obviamente no puede ver ondinas en las ondas de los lagos contaminados, ni hadas en un aire lleno de polución, ¿por qué?, porque no están ahí, ciertamente no en están ahí, no pueden vivir en estas condiciones…
Yolanda Ramírez Míchel

sábado, 14 de enero de 2012

Para una nueva lectura del Flautista de Hamelin


"¡Alégrense, ratas!
El mundo se convirtió en una enorme despensa.
Así que masquen, tasquen, desayunen, almuercen, merienden y cenen."
Robert Browning




Cuando era niña conocí el cuento del Flautista de Hamelin, y haciendo honor al género “cuento de hadas”, se quedó en mi memoria. La historia está en el imaginario colectivo, es de conocimiento popular, y se han hecho muchas adaptaciones, resumiré algunos de los puntos con la intención de analizarla a la luz de los acontecimientos actuales, espero que con la ayuda de la imaginación puedan leer entre líneas algunas analogías:
Ilustración de María Wernicke
En un pueblo mal gobernado surge una terrible peste: ratas. El pueblo clama a las autoridades, pero éstas no saben cómo detener la catástrofe. Aparece un misterioso joven con una flauta ofreciendo liberarlos por cierta cantidad. Prometen pagarle lo convenido para que acabe con las ratas. El flautista toca su instrumento y las ratas lo siguen hasta un río, donde mueren ahogadas. El flautista vuelve a cobrar, pero el alcalde se niega a pagarle, piensa lo que podría hacer con ese dinero, ¡tantas cosas! Además las ratas ya desaparecieron… El alcalde  sugiere al flautista que se conforme con algunas monedas. El flautista se niega y vuelve a tocar su flauta, los que lo siguen ahora son los niños, estos desaparecen tras una montaña siguiendo al misterioso músico…

+
Al rastrear los orígenes del cuento encontramos que relata un acontecimiento ocurrido en Hamelin (pequeño pueblo alemán) en 1284, un vitral del año 1300  reproduce la trágica catástrofe, de la desaparición de 130 niños. 

El cuento original debió circular mucho tiempo de generación en generación reflejando un acontecimiento histórico trasformado por el sistema mítico de la tradición oral.  Al paso del tiempo lo que más se recuerda es que el flautista se lleva a las ratas,  sin embargo la mención de la plaga en el cuento se añade hasta el siglo XVI, las ratas son un símbolo claro de una sociedad en decadencia, tal vez por eso el cuento sigue contándose... Actualmente, por medio de la censura ejercida sobre los cuentos de hadas (que a pesar de no haber nacido como narraciones infantiles, terminaron identificadas como literatura para niños), se ha eliminado el pasaje en el que el flautista se lleva a los infantes y desaparecen para no volver jamás (es raro que la censura termina eliminando precisamente los motivos por los que nace una historia). Para efectos de esta breve reflexión, y de su relación con nuestra sociedad moderna, debemos retomar la leyenda, con el elemento clave que la generó: los niños.

Ilustración de María Wernicke
Si las autoridades no atienden urgentemente las terribles plagas que amenazan a nuestra sociedad, los niños serán los más afectados, seremos una tierra baldía, un pueblo sin las risas y los juegos libres de las nuevas generaciones, la simiente de nuestra sociedad será llevada al abismo por una melodía fantasmal. Si las autoridades prefieren quedarse con la bolsa de dinero, si no invierten en la educación, en la cultura, en todo aquello que puede eliminar la peste que padece nuestra sociedad, si el pueblo permanece en silencio ante las injusticias, si los ricos siguen tranquilos mientras no se vea afectado su estilo de vida, si las escuelas siguen siendo impositivos sistemas de control mental, si las universidades sólo producen títulos, si las iglesias se preocupan más por las diferencias en los cultos que por las semejanzas del camino espiritual, si los hombres temen a la mujer por lo que ella despierta en ellos, y las mujeres temen el hombre por la violencia física o psicológica que ellos emplean para defenderse de este “hechizo”. Si la televisión entrega historias manipuladas y anuncios que venden felicidad empaquetada en marcas, si los padres imponen a sus hijos reglas para estar ellos más cómodos en lugar de escuchar y comprender la esencia de cada niño, si los hombres reprimen a mujeres inteligentes y señalan el hogar como su única fuente de “salvación” mientras otras madres prefieren trabajar sólo para mantener niveles sociales elevados, si un sistema social disfuncional está lleno de madres que trabajan por el pan de cada día y dejan a sus hijos en la guardería porque no hay otro modo de salir adelante. Si el hombre abusa de la naturaleza, destruye el entorno, si no se priva de las comodidades que le cuestan savia a los árboles, si no escucha a los científicos que anuncian soluciones sólo porque estas soluciones son caras, o estas soluciones hacen que algunos magnates dejen de obtener ganancias. Si hay quienes se aprovechan de los movimientos sociales para echarse unos pesos a la bolsa, hombres que critican el engaño de los gobiernos al mismo tiempo que ellos engañan en casa a sus mujeres.
Mientras no se haya liquidado la deuda con la tierra, la cultura, los valores y la educación, únicos capaces de liberarnos de las ratas, los niños pagarán los platos rotos de una sociedad ciega y frívola.


Yolanda Ramírez Míchel

A continuación adjunto el poema de Robert Browning, poeta Inglés (1812-1889) sobre el tema:
El Flautista de Hamelin             



                    I

El poblado de Hamelin está en Brunswick
Cerca de la famosa ciudad de Hanover
El río Weser, ancho y profundo
Moja sus paredes en el lado sur;
Un hermoso cuadro nunca visto;
Pero, cuando empezó mi canción,
Hace casi quinientos años,
¡Que lástima!, ver sufrir a la gente
Por culpa de esos bichos.

                    II

¡Ratas!
Se peleaban con los perros y mataban a los gatos,
Y mordían a los bebes en sus cunas,
Comían los quesos de los moldes,
Y chupaban la sopa directamente de los cucharones de los cocineros,
Partían los barriles de sardinas saladas,
Anidaban en los sombreros domingueros de los hombres,
Y arruinaban las charlas de las mujeres
Ahogando sus voces
Con gritos y chillidos
En cincuenta diferentes sostenidos y bemoles.

                          III

Al fin el pueblo en bloque
Se congregó en la municipalidad:
"¡Que quede claro!", gritaron, "¡nuestro intendente es un inútil;
Y nuestro consejo un escándalo!
¡Pensar que nosotros compramos ropas elegantes
Para imbéciles que no pueden determinar
Lo mejor para librarnos de esta plaga!
¿Ustedes creen que porque son gordos y viejos,
Van a encontrar sus funciones más fáciles?
¡Arriba señores! ¡Den a sus cerebros una sacudida
Y encuentren el remedio que nos está faltando,
O tengan por seguro que los mandaremos a empacar!"
Con esto el intendente y el consejo
Quedaron bajo una terrible consternación.

                            IV

Una hora se reunieron en consulta
Y al final el intendente rompió el silencio:
" Por una moneda he de vender mi traje;
¡Cómo desearía estar lejos de aquí!
Es fácil ordenarle a uno que se sacuda el cerebro—
Estoy seguro que mi pobre cabeza volverá a dolerme,
Ya la he estrujado, y todo en vano.
¡Ah, que daría por una trampa, trampa, trampa!"
Justo cuando decía esto, ¿qué pudo pasar?
Un suave golpe en la puerta de la cámara.
"¡Por Dios!", gritó el intendente, "¿que sucede?"
(Sentado entre los miembros del consejo,
Se lo veía pequeño, aunque terriblemente gordo;
Sin brillo en sus ojos, no más húmedos
Que una ostra demasiado larga y abierta,
Salvo cuando su panza sufría turbulencias
Frente a un plato de tortuga verde y gelatinosa)
"¿Son solo unos pies que se arrastran en la alfombra?
¡Cualquier cosa que suene como una rata
Hace que mi corazón lata violentamente!"

Ilustración de Virginia Reverdito

                                 V

"¡Entre!"— Gritó el intendente, incorporándose:
¡Y así entró la figura más extraña!
Su saco largo, tan raro, que iba de los pies a la cabeza
Era mitad amarillo y mitad rojo,
Y él mismo era alto y flaco,
Con ojos azules, penetrantes, cada uno como un botón,
Su pelo claro y suelto, su piel oscura,
sin patilla en las mejillas, y sin barba en el mentón,
Y labios donde las sonrisas iban y venían;
Sobre sus amigos y parientes, nadie pudo conjeturar:          
Ni nadie pudo tampoco admirar lo suficiente
Al hombre alto y su antigua vestimenta.
Uno dijo: "¡Es como si mi tatarabuelo,
Marchando al compás de las trompetas del Día del Juicio Final,
Hubiera hecho este camino desde su colorida tumba!"


                                      VI

El se aproximo a la mesa del Consejo:
Y, "Con permiso Su Señoría", dijo, " yo estoy capacitado,
A través de un hechizo secreto, para atraer
A todas las criaturas que viven bajo el sol,
Que se arrastran, o nadan, o vuelan, o corren,
Atraerlas detrás mío, en una forma que nunca se ha visto.
Y yo principalmente uso mi hechizo
En criaturas que dañan a la gente,
En el topo, el sapo, el tritón y en la víbora;
Y todo el mundo me conoce por el flautista."
( Y en este punto ellos notaron alrededor de su cuello
Una bufanda a rayas rojas y amarillas,
Que armonizaba con su saco hecho del mismo paño,
Y en una punta de la bufanda colgaba una flauta;
Y notaron también, sus dedos, que se movían sin pausa
Como impacientes por tocar
En la flauta, que colgaba a baja altura
Sobre su vestidura anticuada)
" Y aunque," dijo, " parezco un pobre flautista,
El pasado junio, liberé al Reino de Tartaria,
De un enorme enjambre de jejenes;
Alivié en Asia al Nizam
De una monstruosa camada de murciélagos:
Y en cuanto a lo que atormenta sus mentes,
¿Si logro eliminar las ratas de la ciudad,
Me darán ustedes mil monedas?"
" ¿Mil? ¡Cincuenta mil!"--fue la exclamación
Que dieron asombrados, el Intendente y su Consejo.


                           VII

El flautista se paró en la calle,
Sonriendo primero con una pequeña sonrisa,
Como sabiendo la magia que duerme
en su modesta flauta;
Y entonces como un músico experto,
Frunció sus labios para soplar la flauta,
Y sus agudos ojos verdeazules parpadearon,
Como una llama de vela rociada con sal;
Y antes de que la flauta diera tres notas,
Se escuchó como si un ejército murmurase;
Y el murmullo se fue haciendo un estruendo;
Y el estruendo se convirtió en un fuerte retumbo;
Y hacia afuera de las casas las ratas se revolcaban.
Ratas grandes, ratas pequeñas, ratas flacas, ratas fornidas,
Ratas marrones, ratas negras, ratas grises, ratas tostadas,
Serias viejas aplicadas, alegres jóvenes juguetonas,
Padres, madres, tíos, primos,
Con sus colas paradas y sus bigotes erizados.
Familias por decenas y docenas,
Hermanos, hermanas, maridos, esposas--
Siguieron al flautista con gran entusiasmo.
Calle tras calle él sopló avanzando,
Y paso a paso ellas lo siguieron bailando.
Hasta que llegaron al río Weser,
¡Donde todas se zambulleron y murieron!
—Salvo una quién, valiente como Julio Cesar,
Cruzo a nado y sobrevivió para llevar
( Como el conquistador Romano con su manuscrito)
A 'Ratalandia', su hogar, el siguiente comentario:
Que decía así, "A la primera nota de la flauta
Escuché un sonido como de tripas que se agitan,
Como de manzanas, maravillosamente maduras
Cayendo dentro de un lagar de cidra,
Y de un abrir de frascos de pickles,
Y de entornar de tapas de conservas,
Y de un descorchar de frascos de aceite,
Y de un romper las cubiertas de los barriles de manteca,
Y de parecer, en fin, como si una voz
(Mas dulce que la voz del arpa)
Dijera, ¡Oh ratas, disfruten!
¡El mundo se ha convertido en una gran cocina!
¡Entonces coman, masquen, tomen sus viandas,
Desayuno, almuerzo, cena, refrigerio!
Formando todo un compacto jugo azucarado,
Y justo cuando estaba por alcanzar
Ese compacto barril de delicias,
Que brillando como el sol
Parecía decirme: '¡Vení, perforame!'
—Me vi arrastrada por el río Weser."
Ilustración de Virginia Reverdito


                                  VIII


Deberías haber escuchado a la gente de Hamelin
Tocar la campana hasta magullar el campanario.
"Vayan", gritó el intendente, "¡Y tomen palos largos,
Remuevan los nidos y tapen los agujeros!
Consulten carpinteros y albañiles,
Que no quede ni rastro en nuestro pueblo
de las ratas!"— Cuando, de repente, el flautista
Apareciendo en el mercado con su carita pícara
Dijo: "¡Primero, si no se ofenden, las mil monedas!"


                                IX


¡Mil monedas! El intendente se puso verde;
Y lo mismo hicieron los del Consejo.
Las cenas administrativas hacían estragos
Con los vinos Claret, Mosella, Borgoña y del Rhin,
Y con solo la mitad de ese dinero
Repondrían los barriles de su bodega.
¡Pensar en pagarle esa suma a un vago
Que viste un saco de gitano rojo y amarillo!
"Además," dijo el intendente, con un guiño cómplice,
"Nuestro negocio terminó en el borde del río;
Hemos visto el hundimiento de los bichos,
Y lo que está muerto, creo, no puede volver a la vida.
De todas formas nosotros no somos gente de retroceder,
Ante la obligación de darte algo de beber,
Y un poco de dinero para que pongas en tu bolsillo;
Pero de las monedas que hablamos,
De ellas, como bien sabés, fue un chiste.
Además, las pérdidas que sufrimos nos han vuelto ahorrativos.
¡Mil monedas!, por favor, Vení, ¡llevate cincuenta!"


                                    X


El flautista ofendido gritó
"¡Esto es una estafa! ¡y no tengo tiempo para esperar!
He prometido visitar a la hora de la cena
Bagdad, y he aceptado la invitación
Del cocinero principal, hombre rico, que me agradece
El haber exterminado unos escorpiones,
Que invadieron la cocina del Califa.
Con él, no necesité regatear,
Y en cuanto a ustedes, ¡no crean que me daré por vencido!
La gente que hace que me enoje
Puede lograr que sople en otra dirección."


                           XI


"¿Cómo?" gritó el intendente, "¿Pensas que voy a aguantar
Que me traten peor que a un Cocinero?
¿Insultado por un vago irrespetuoso
Que lleva una flauta inútil y un vestido colorinche?
¿Nos estás amenazando, muchacho? ¡Adelante,
Soplá tu flauta hasta que revientes!"



                            XII


Una vez mas el flautista se paró en la calle
Y nuevamente sobre sus labios
Puso su flauta larga, su caño suave y recto;
Y antes de soplar tres notas (tan dulces y
Suaves notas; nunca el genio de un músico
Dio melodía tan embelesada)
Hubo un susurro que se pareció a un bullicio
De alegre muchedumbre empujando, saltando, cantando,
Pequeños pies golpeando, zapatos de madera martillando,
Pequeñas manos aplaudiendo y pequeñas lenguas parloteando,
Y como gallinas en el campo cuando se desparrama la cebada,
Salieron los niños corriendo,
Todos los chicos y las chicas,
Con sus mejillas rosadas y sus rulos rubios,
Sus ojos brillantes y sus dientes como perlas,
Saltando ligero, con gritos y risas,
Corrieron alegres detrás de la maravillosa música.
Ilustración Virginia Reverdito



                                    XIII


El Intendente estaba duro, y el Consejo mudo
Como si se hubieran convertido en bloques de madera,
Incapaces de moverse o de gritarles
A los chicos que alegremente saltaban,
—Solo podían seguir con los ojos
Esa feliz muchedumbre que seguía al flautista.
El Intendente estaba sorprendido
Y los miembros del Consejo solo atinaban a golpearse el pecho,
Mientras el flautista se desviaba de la calle principal,
Hacia donde el río Weser agita sus aguas
¡Justo frente al camino que seguían sus hijos!
Sin embargo, el flautista cambiando de rumbo,
Dirigió sus pasos hacia el monte Koppelberg,
Y detrás de él los pequeños saltando;
Al ver esto los padres se sintieron aliviados.
"¡El nunca podrá cruzar la gran montaña!
¡Se verá forzado a apagar su música,
Y podremos ver a nuestros niños detenerse!"
Pero cuando ellos alcanzaron la ladera,
Un maravilloso y extenso portal se abrió,
Como si una caverna repentinamente se hubiera cavado,
Y el flautista avanzó, seguido por los pequeños,
Y cuando ya todos estuvieron adentro,
La puerta de la montaña se cerró de golpe.
¿Dije todos? ¡No! Uno que era rengo, quedó atrás,
Al no poder bailar como los otros todo el largo del camino;
Y después de unos años, si alguien le reprochaba
Por su tristeza, él solía decir,—
"¡Desde que mis compañeros se fueron, es el pueblo el que está triste!
Y además no puedo olvidar que quedé privado
De las placenteras vistas que ellos ven,
Esas que el flautista me prometió a mi también,
Porque yo los guío, dijo el flautista, a una alegre tierra,
Muy cerca, aquí nomás,
Donde el agua fluye y crecen frutales,
Las flores alegran con sus colores
Y todo es extraño y nuevo:
Aquí los gorriones son más brillantes que los pavos reales
Y los perros más veloces que los venados,
Las abejas han perdido sus aguijones,
Y los caballos nacen con alas de águilas:
Y justo cuando me aseguraba
Que mi renguera se curaría pronto
La música se detuvo, y yo también,
Y entonces quedé solo, contra mi voluntad,
Para seguir ahora rengueando como antes,
¡Sin escuchar nada mas de aquel hermoso país!"



                        XIV


¡Pobre, pobre Hamelin!
¡Les vino a la cabeza a muchos vecinos
Aquel texto que dice que es mas fácil,
Que un camello pase por el ojo de una cerradura
A que un rico pase por la entrada del cielo!
El Intendente mandó, Este, Oeste, Norte y Sur,
Bajo palabra, una oferta al flautista,
En todas partes grupos de hombres lo buscaron,
Para ofrecerle oro y plata,
Si solamente regresaba por donde se fue,
Trayendo a todos los chicos detrás de él.
Pero cuando se dieron cuenta que era en vano,
Que el flautista y los niños se habían ido para siempre,
Lanzaron un decreto por el cual,
Todos los abogados debían fechar los documentos
Con la siguiente fórmula:
"A tantos meses y días de lo que sucedió aquí
Desde el veintidós de julio,
De mil trescientos setenta y seis".
Y también, para recordar la ruta donde
los niños fueron vistos por última vez,
la llamaron "La Calle del Flautista".
Nadie podrá en este lugar tocar flauta o tambor,
Bajo pena de perder su trabajo.
No sufrirían tampoco que tabernas o posadas
Sobresalten con algarabía una calle tan solemne,
Y frente al lugar de la caverna,
Escribieron la historia en una columna,
Y en la gran ventana de la iglesia pintaron
Lo mismo, para dar a conocer al mundo,
Como sus hijos fueron robados.
Y todo sigue allí, hasta hoy día.
Y tampoco debo omitir,
Que en Transilvania hay una tribu,
De gente muy especial, que tanto asombra a sus vecinos,
Y asegura que sus extravagantes maneras y vestidos,
Son herencia de sus padres y madres que se han elevado,
Desde una prisión subterránea
En la cual fueron encerrados,
Por una potente música, hace muchos años.
Venían de Hamelin de la tierra de Brunswick,
Sin saber el cómo ni el porqué del traslado.


                               XV


Entonces, Carlitos, tengamos, vos y yo,
Cuentas claras con todos los hombres— ¡especialmente flautistas!
Y, cuando un flautista nos libere de ratas y ratones
Si nosotros le prometimos algo, ¡cumplamos nuestra promesa!

viernes, 13 de enero de 2012

Ateneas y Afroditas…

Noche a noche, los sueños hacen filosofía por su propia cuenta.
C. G. Jung



En la mitología griega los arquetipos humanos se manifiestan en forma de personajes. Cada uno es el contenedor de atributos específicos, de una  que otra peculiaridad o algún nacimiento extraordinario; todos ellos, símbolos que definen estancias profundas de la psique…
Creer que dichos personajes son sólo fabulación, o sólo manifestación literaria, o sólo el recuerdo de algún personaje histórico convertido en leyenda, es perder de vista la trascendencia de la fuente que los produce, los personajes de los mitos son el producto de procesos inconscientes, son analogías que la mente humana fabrica desde su centro creativo. Volver a identificarlos como elementos de cognición profunda es básico para una atención plena de nosotros mismos. ¿No lo hizo Jung con asombrosos descubrimientos para el desarrollo de la psicología?



Veamos en dos mitos algunas evidencias: Atenea nace de la cabeza de Zeus, Afrodita de la simiente que Urano derramó sobre las olas. Atenea, por medio del simbolismo de su nacimiento, es arquetipo de la mujer que pacta con el poder patriarcal.  Al brotar, totalmente armada, de la cabeza del poderoso Zeus, refleja una afiliación a las cuestiones militares, intelectuales y a los racionalismos característicos del lado masculino de la psique (ojo, al señalar el "lado masculino" no se hace referencias al género, sino a ciertas tendencias dentro del ser humano en general). Afrodita en cambio,  es el arquetipo de la mujer instintiva, que utiliza el atractivo sexual para acercarse al hombre y conquistarlo; nace del derrame del miembro de su padre a la orilla del mar, rodeada de conchas marinas, entorno determinante en mucho de las aventuras en las que se involucrará (¿no seguimos por esa línea simbólica cuando señalamos el poder afrodisiaco de los moluscos?) Ambas diosas son engendradas por sus padres, sin la participación femenina ¿Qué nos dice la ausencia de una madre?  ¿Podría esto indicar que fueron procreadas por el poder reinante para ser sometidas o utilizarlas? Éstas, y otras figuras femeninas de la tradición, son el producto de una sociedad nueva, pensante, la Grecia que produce las primeras formas poéticas de Occidente (La Ilíada, la Odisea). En dicha sociedad las mujeres habían dejado atrás el matriarcado y los mitos lo estaban reflejando.


Las diosas griegas, aunque famosas y atractivas, emergen de un contexto histórico donde las mujeres de la clase social elevada vivían recluidas en el gineceo (lugar dentro de los hogares griegos donde se aislaba a las mujeres). Me gustaría proponer ahora que la verdadera fuerza de la feminidad, no es ni la de una Atenea intelectual, soberbia y ascética, ni la de la lujuriosa y promiscua Afrodita que muestran los mitos, ambas sujetas al poder supremo, sino la de una divinidad que contenga en sí misma los matices de ambas en una combinación justa y que sea capaz de reinar sobre pensamientos, emociones y sus sentidos.
Con ello, retornaríamos al arquetipo más antiguo de la humanidad, el de la Gran Diosa, adorada en épocas arcaicas, la que lo contenía todo en sí misma, como la naturaleza nos contiene a todos en variedad y multiplicidad de especies, de paisajes, de climas. La diosa, que ahora, en pleno siglo XXI, vuelve a llamar la atención de mujeres y hombres con sus trepidantes contracciones de parto; al fin y al cabo, estamos dando a luz una nueva humanidad, entre Afroditas, Ateneas, Zeus, Apolos… todos  juntos, como una sola y pujante fuerza cósmica, que no podría darse sin los esfuerzos conjuntos.


martes, 10 de enero de 2012

Los oráculos griegos


Conócete a ti mismo…
Sentencias escrita en el oráculo de Delfos

Hace varios siglos, en la antigua civilización helenística, la asistencia a los oráculos, mejor conocidos por nosotros como centros de adivinación,  eran una práctica común entre la población griega. Lo que ahora resuelve para algunos la visita a un psicólogo, un adivino o un vidente, era resuelto entonces por medio de la visita a dichos oráculos, santuarios a los que se llegaba a fin de preguntar por las cuestiones que en ese momento eran determinantes en la vida personal.  En esos sitios de consulta había generalmente una mujer llamada pitia (o pitonisa) que bajo el supuesto de poseer poderes adivinatorios respondía a los consultantes. La dinámica de la mayoría de los oráculos griegos era la siguiente: el visitante hacía su pregunta, la pitia se ponía en trance (el trance se debía muchas veces a los vapores tóxicos de azufre que brotaban de la tierra debajo del trípode sobre el que se sentaba), el sacerdote del oráculo escuchaba atentamente las frases entrecortadas de la pitia, y las traducía.  


Muchas veces las respuestas eran tan ambiguas como lo son ahora algunos horóscopos…
Cuenta Herodoto, que en una ocasión el último rey de Lidia, Creso,  consultó el oráculo antes de invadir el territorio persa, quería saber si el momento era propicio. El oráculo contestó: “Creso, si cruzas el río Halys -era la frontera entre Lidia y Persia-, destruirás un gran imperio". Movido por sus ambiciones, Creso interpretó la respuesta como favorable y dando por hecho que el gran imperio era el de los persas, atacó. Pero el “gran imperio” que se destruyó en aquel encuentro fue el suyo…
La ciudad de Delfos, donde se encontraba el oráculo más importante de la antigua Grecia, desempeñó entonces un papel económico relevante: el dinero circulaba allí (se tasaban las consultas, las ciudades que el oráculo había «favorecido» ofrecía numerosos tesoros como agradecimiento, se entregaban ofrendas, se vendían víctimas sacrificiales, etc.). Así aparecieron, para administrar este flujo monetario creado por las consultas oraculares, los prestamistas y cambistas.  Y Delfos, en el siglo VI a. C., ve aparecer los primeros sistemas bancarios.
Sin embargo, a pesar de los charlatanes que de seguro abundaban ante semejantes condiciones, la ciudad de Delfos poseía un clima de piedad y de efervescencia intelectual. Allí se despojaba de sus máscaras sociales, y se favorecía la autonomía en la búsqueda de la verdad y la introspección. Ciertamente se sabía desde entonces, que el destino está en las manos, en la palma de las manos, pero el mejor lector de nuestras rutas somos precisamente nosotros que tenemos la pluma para escribir a dónde queremos llegar.
No hay duda de que hablar con un sabio resuelve muchas dudas, y escuchar a un iniciado ilumina; pero darle a otro la responsabilidad total de nuestro destino es jugar  con fuego y pecar de pereza.   Ningún oráculo supera el verdadero conocimiento de nuestras debilidades, y ningún agente externo tiene mejores soluciones que el pequeño Pepe Grillo de nuestro interior. Lo difícil es  que muchas veces esta voz pide grandes esfuerzos o renuncias, y en cambio la voz del oráculo valida ligerezas que podemos, como el rey Creso, usar para avanzar por donde nuestro orgullo impone.


Enuma Elish presentación en Chapala