viernes, 3 de abril de 2015

Manifiesto Luminista, IV

IV

No te he hecho celeste ni terrestre, ni mortal ni inmortal, a fin de que tú mismo libremente remates tu propia forma.

Giovanni Pico della Mirandola


Albena Vatcheva


¿Por qué dejar que nos imante -tanto y más- el canto de una sirena agonizando que el de una golondrina intentando fervientemente ella sola hacer verano?  ¿Por qué ese incesante avanzar por la misma ruta del zombi, puntualmente y sin reticencia, como flecha devota, al centro de una indiferente diana, habiendo tantos vientos a favor de vuelos más propicios? una mirada azul, desde los cielos, espera que nuestro arco descubra alguno de los muchos y mejores atajos para lanzar la vida. Pero… no; casi todas las flechas van repetidamente al encuentro de un mismo pequeño hoyo negro que gana la atención de todas las cámaras y los aplausos de los mirones, clientes frecuentes de aquellas gracias gastadas. ¿Podremos girar un poco el arco, mirar en otra dirección y lanzar intencionadamente nuestra puntería hacia otro rumbo?, ¿podemos hacer que la flecha conozca otro destino, tal vez aterrizar en una cueva con los muros ilustrados por nuestros antepasados, o simplemente caer sobre la hierba al lado de las flores, y que estas la cubran con su feérica lozanía, amorosamente y en paz? ¿Podemos? Si respondemos que sí, va una advertencia: al principio no habrá muchos aliados a la vista, no son legión los que nos acompañarán cuando propongamos otra manera de ver la vida; la costumbre de ver lo horrendo y de seguir fielmente las noticias de los medios hace que primeramente debamos enfrentarnos a los rabiosos, y luego padecer los suspiros de los apáticos. Cuando hemos articulado este cambio de ruta en la acción o en el discurso los primeros que reclamarán serán los que morbosamente se alimentan de noticias alarmistas, ¿sienten que les quitamos la vitamina para continuar su ya prolongada guerra contra el mal, ésa a la que le han dado todo el valor de validación personal? ¿qué sienten que no pueden comenzar a usar todas sus mañas para promover otra minuta en el menú de su periódico?, la mayoría están acostumbrados a que se atienda el exitoso y tradicional enclave de siempre (gana más atención una bomba que cien mil besos), y de los apáticos, ni hablar.
El mundo necesita más hombres que lo salven a través de la reflexión personal, profunda y honesta consigo mismos; el mundo necesita mucho más que el ataque continuado contra los poderes dominantes, mismos que dominan precisamente porque el hombre anda ocupado en hacer la guerra contra otros en lugar de hacer la paz consigo mismo. La denuncia está a la vuelta de la esquina, por todas partes hay denuncia, nada ni nadie la detiene... pero sólo es eso, denuncia, son pocos los que hacen realmente algo que vaya más allá de denunciar, su mirada está puesta en los errores del ogro y no en que cada uno nos hemos azucarado la carne para ser mejores snaks del monstruo. Comenzar con el cambio de la esfera interior a la exterior es la estrategia, pero ay, cuánto nos cuesta. Mejor criticamos al "malvado" para saldar nuestra cuota de bondad diaria.
Y, aunque hoy nadie impide realmente el cambio en la ruta, aunque no hay hogueras inquisitoriales asando la carne de los que se oponen a un persistente y dictatorial discurso de dogmas contra natura, son pocos los que lo intentan, siendo pocos, no han conseguido alterar significativamente ninguna estadística que alarme a los guardianes del orden… además, a estos pocos -los que intentaron otras rutas para la flecha de la felicidad- les han llamado locos, o idealistas, palabras con suficientes "bacterias" mentales como para que la gente se cubra con un tapabocas y aspire mejor la vieja rutina que no perjudica ninguna tradición… pero ¿qué si intentamos ser más para hacer que las cuentas cambien? ¿qué si compartimos la creencia de que internamente estamos dotados de un verdadero poder regenerador capaz de hacer cambios en realidades compactadas por dosis diarias de fatalismo?; ¿qué si uno de nuestros genes -ahora en receso- está ahí para guiarnos por la arriesgada aventura de la utopía?; ¿qué si tenemos todas las herramientas para soportar la pérdida de los privilegios y la soledad que genera la diferencia y el cambio en la dirección de la ruta común?; ¿qué si abandonamos el gusto por la aventura prefabricada y el populoso aplauso ante los gallos que ganan siempre y que a fuerza de la repetición convierten su éxito en excremento, petrificado, similar al escurrimiento de una vela en un ritual eterno, estanco de consensos que ya hieden por la poca renovación de sus aguas residuales? Vamos por eso que es posible salvar aún -y que nos salva-; levántate de la cama cuando comience a seducirte la depresión que provoca estar concentrado en los malos casos de la historia humana; salta sin reparo, brinca y arroja las sábanas furiosamente si es necesario,  no dejes que te jale a sus brazos la sirena de la oscuridad, cuyos ojos demandan tu sopor, tu capitulación…, dormir en los brazos de la depresión es realmente muy fácil, y tiene su dosis de dulzura, uno ya no es, uno ya no piensa, uno sólo se abandona al…
¿Por qué si somos arcilla estelar nos han de someter tanto y tan fácilmente las tinieblas? ¿somos portadores de luz, polvo de estrellas, somos?


Manifiesto Luminista I
Manifiesto Luminista II
Manifiesto Luminista III



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