.Primera parte
.Segunda parte
Sí, es complicado, arduo… sostener la luz cuando te rodean
las tinieblas… lo más fácil en ese caso
es desistir, sumarse a la mirada ciega, apagar la luz o dejar que se apague, para
al menos estar acompañados por la multitud de los que ven el mundo como un paisaje devastado, porque la soledad ante una causa poco popular asusta, de
momento la soledad se asume como signo de error, uno cree que apostarle al triunfo del bien
ha sido una equivocación, un quijote se adueña del alma pero no el quijote
triunfal y majestuoso sino el que pierde toda fe en sus sueños (y va directamente
a la tumba). Y en ese trance lo más fácil, por razones de gravedad, es reproducir
la oscuridad que otros multiplican, es lo más fácil porque la dinámica natural
imanta hacia ahí, resistir requiere de un esfuerzo supremo, resistir es más
arduo, más complejo… no obstante, si resistimos un poco esa tentación aciaga,
de dejar a un lado la linterna, la antorcha, si logramos ser vela que encienda
otras velas, en lugar de soplo que afrente a los que cuidan celosamente con su
palma curva el leve resplandor de su pequeña llama... Si lo logramos, si
resistimos con fiereza el azote de la oscuridad, la arcada, el miedo, la sombra
monstruosa que llega cuando leemos de la mujer que recorrió Kabul buscando los
fragmentos de su hija; o la jaula con niños a punto de ser blanco de un misil…
si resistimos al vertiginoso negativismo
que engendran esas imágenes, si resistimos, si no dejamos que nos aplaste y
liquide todo el terror, o, cosa peor, que para luchar contra los monstruos nos
sintamos atraídos a convertirnos en monstruos contrincantes… si resistimos los
extremos a los que ha llevado el péndulo impactado por tantas balas de
metralla, escupitajo de engendros que llevan consigo su propio infierno… si
resistimos y mejor proponemos y nos aplicamos en la reconstrucción de la
tierra, para que vuelvan los cielos, y no dejamos que la depresión haga
desaparecer todos los verdores (ellos sí resisten en el jardín la tragedia
cotidiana y lo hacen como fieles soldados de la vida, con la sola consigna de
estar ahí para darnos esperanza), si miramos las flores, con su frágil vida,
llenarse del color que uno lleva en la sangre… viendo en ellas, en las flores, algo
más que la sangre derramada, intuyendo que debe haber algo más allá, que el
hombre no puede estar aquí para no ser algo, algo más que un pedazo de carne, si intuimos que
todo el horror del mundo tiene sus dosis de cielo cuando el que lo mira sabe
que tiene alas… si resistimos, sólo por el posible milagro de que aparezcan
notas bellas con la oscuridad, sólo por la posible visión del héroe en cada
hombre que sufre pero supera sus dolores sin amargura.
Si hablamos al hombre de cosas bellas, no es por olvidar las
cosas horrendas, sino por superarlas, por dejarlas liquidadas y en paz. No es
que se niegue ni la lucha por la justicia ni la rebeldía ante la violencia y
los absurdos, es que anhelamos y buscamos otra manera de luchar, ¿no es tiempo
que quede claro, clarísimo, que tantas guerras no han nunca servido para
obtener sino otro tipo de dictador?, la guerra como constante es circunstancia
confirmada por muchos como un "siempre": el hombre "siempre"
ha sido violento, el hombre "siempre" ha abusado de la naturaleza, el
hombre "siempre"… pero esos "siempre" son solamente el
rédito de cinco mil años de historia de sociedades guerreras, pocos años si los
comparamos con tantos miles de años de vida pacífica entre tribus que supieron
unirse para sobrevivir… pero eso o se ignora o se olvida, y se deja que la
mentira se trague con sus fauces monstruosas la buena nueva... Si proponemos una
mirada luminosa tal vez sea porque algunos aún recordamos que en algún lugar
del tiempo, se quedó dormida la raza de los hombres buenos, y hoy ya nadie les recuerda
que todo el presente es sólo una pesadilla, que deben despertar para tomar el
control de las visiones que engendra su corazón, que deben resistir el sueño,
levantarse y tomar el sol en la palma de la mano, y recorrer el planeta como
magos, cambiando el curso de una historia torcida, una historia que se afirma
gracias a la repetición absurda de mil voces que la fortalecen, la repetición
de una mentira lleva a creer en la mentira, vamos a validar otra cosa, vamos proponer
que es posible, que si la utopía está en el corazón del hombre es porque puede
darse, no hay nada que haya estado ahí -en el corazón del hombre- que no haya
encontrado un hueco para colarse hacia la realidad, vamos por ella, por esa
realidad a la que nadie quiere apostarle la creencia, sólo porque una multitud
airada grita que el mundo es horrendo, que el hombre es perverso, que… ¡seamos
contrapeso!, vamos a sumar luces, ¿acaso nadie ha visto que aún la noche tiene
un majestuoso reino al servicio de nuestra utopía: la luna y las estrellas
gritan hermosas palabras con su voz de siglos, allá arriba, cuando se asoma la
sombra de la noche, ellas son el signo de que el cielo nunca nos desampara, son
el signo también de que toda luminaria no sólo luce más en la oscuridad, sino
que la necesita para manifestarse en todo su esplendor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario