En mi jardín hay dos limoneros, ahora mismo están cargados de verdes ¿esferas? que tienen el don de sanar y alimentar. Ese es mi árbol navideño. También tengo en la terraza una hermosa crisálida que lleva ahí ya más de un mes, y cuelga de las hojas verdes, es un adorno vivo... y todo esto vive al ritmo de un mundo que palpita, con sus estaciones floridas, dones divinos que llegan de un reino mágico hasta los hombres.
¿Y los regalos que aparecen bajo el árbol? miro el césped lleno de frutos a la sombra de los limoneros... Pero los hombres creen que un regalo es algo envuelto en papel navideño y con un moño rojo, ¡los regalos del cielo son mucho más que eso!
El hombre es un ser de símbolos, pero hay que mirar dentro del símbolo, no afuera.
Pascal Campion |
La Navidad, los regalos y el "Niño Dios"...
Esto que les cuento sucedió hace varios años, cuando mi hijo mayor era pequeño, y uno quiere hacerlo todo bien, pero lo hace todo mal...
Como madre primeriza y lectora compulsiva, leía entonces todas las revistas y libros acerca de la crianza de los hijos. Y en una de esas revistas había un artículo interesante acerca de la honestidad para con los hijos. Estábamos entonces en temporada navideña, y yo, muy joven, adapté el artículo a las fechas y pensé que no era bueno mentirle a mi hijo acerca del "Niño Dios" (otros prefieren atribuir los regalos a Santa, para el caso es lo mismo).
-Hijo, quiero ser siempre honesta contigo: el Niñito Dios, somos los papás.
Tenía seis años!!! ¡y su decepción fue muy grande, por supuesto! además de que fui la responsable de una ola de pequeños enterados de este "delicado" asunto.
Hoy, con algunos años (muchos) más, pienso que esas ilusiones que uno les regala de pequeños no son mentir, son más bien el lenguaje perfecto para hablar de un mundo mágico que los adultos hemos dejado de ver.
Ahora pienso, ¿existe el Niño Dios, Santa, los Reyes Magos? y me respondo ¡Sí!, existen, ¿si no quién deja bajo el árbol los regalos, quién recoge la carta, quién se come las galletas? Quienes esto hacen son seres reales, y tangibles, que en ese momento se convierten en Magos. Y lo que uno hace no es mentirles a los hijos, sino enseñarles que el mundo puede ser visto así, a través de los símbolos.
Lo triste es quedarnos ahí, y no ver que ese Niño Dios también es la divina esencia que regala al mundo dones, que los hombres reciben muchos regalos no sólo en esa noche mágica, sino durante su vida, que son regalos que no vienen en envolturas rojas, o verdes, sino regalos que hay que ver con el alma, como se ve con el alma a los padres como Santa, Reyes o Niño Dios.
Perdón, hijo, porque entonces, a tus seis años, te mentí, espero que hoy que tú también eres papá, no cometas el mismo error. La magia existe, y nosotros somos los responsables de que los hijos sepan verla en cada pequeño don.
YRM
Imagen Pascal Campion |
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