Ex
Libris
El libro más viejo,
el abuelo;
el abuelo;
el más grande, el periódico;
el libro con más aventuras, tu
interior…
YRM
Días de intensa actividad libresca en la Feria
Internacional del Libro de Guadalajara me inspiran a expresar algunas
reflexiones, más bien sobre el acto lector, pues el libro es en estos espacios
objeto de mercadotecnia más que de cultura,
la FIL en realidad se ha ganado a pulso el calificativo de “Feria”.
Las editoriales y muchos promotores de lectura, preocupados
ante el inminente avance de un nuevo soporte para la escritura se defienden de
este cambio con textos más bien llamativos que profundos, invitan al
seguimiento de autores como si fueran personajes de ficción y desarrollan una
serie de recursos para gestar nuevos materiales que “diviertan” al lector. Si
generalizo espero me disculpen aquellos que tratan la literatura dignamente y
participan en la feria con seria integridad y verdaderas propuestas, con stands entrañables y cariño sincero por los libros y la lectura.
La lectura atravesó durante milenios otras formas de
trasmisión (la oral e iconográfica). Con el tiempo fue necesario que la palabra
se registrara, primero con fines administrativos, posteriormente para conservar
evidencias culturales. Hoy con los libros electrónicos, no estamos sino ante un nuevo rostro del
libro; y lo importante, creo yo, es conservar el acto lector como protagonista
principal, porque la lectura se aviva en el interior del hombre, es ahí donde
los libros reciben sangre. Un libro no está vivo mientras se secan sus páginas
en una oscura biblioteca sin ojos que lo animen, un libro es la lectura, y si
actualmente la lectura ha conquistado otras plataformas para conseguir más
lectores, qué mejor. Las editoriales serán beneficiarios de que el acto lector
se multiplique, siempre habrá quien desee adquirir como objeto un libro que lo
haya conmovido, no es suficiente leerlo en una pantalla, el ser humano quiere
“tocar”. Pasar sus páginas como si se acariciara a alguien muy amado. El libro
no desaparecerá, pero iniciamos una época de convivencia entre ambos medios de
trasmitir literatura. Primero se escribió sobre piedra, muros, tablillas de
arcilla (qué difícil trasportar un libro de semejantes dimensiones), la
complicación de estos recursos editoriales hizo que apareciera el papiro, y los
libros fueron enrollados. Cuando el hombre ideó el códice (primeros libros con
páginas) los que leían en rollos se sintieron ofendidos por esta nueva
tendencia, pero muy pronto descubrieron las ventajas que ofrecía el códice.
Posteriormente, los copistas se negaron a aceptar que una máquina pudiera
producir semejante cantidad de ejemplares en un lapso de tiempo tan corto,
decían que era una manera de despersonalizar el libro, así la imprenta en su
momento llegó a desestimar una industria muchos años próspera. Pero lo
importante es que el hombre sigue buscando la manera de leer, eso es lo
importante, que el hombre encuentre en los libros, cualquier que sea su forma
exterior, un eco a sus más hondos sentimientos.
Por ello, aplaudo a quienes en la FIL entregan material que construya una cultura
de seres pensantes, que conozca la estética editorial y entregue al público
ediciones dignas; pero repruebo totalmente a quien busca seguir construyendo un
mercado editorial donde lo que la mayoría busca es “divertir” al lector para
que consuma letras como si fueran una sopa que se digiere y olvida en el
retrete.
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