domingo, 24 de noviembre de 2013

Sistema onírico






Perseguir un tesoro material ha llevado a muchos a la ceguera:
Ahí estás todo lo que necesitas, frente a tus ojos ciegos.
YRM

¿Qué es sistema onírico…?
No busquen en el diccionario, ni pregunten a sus amigos psicólogos o médicos, porque unos les darán unas respuestas, y otros, otras, (si es que alguna respuesta les dan). "Sistema onírico" es una expresión inventada por mí. A partir de las clases de mitología surgió la necesidad de hacer que mis alumnos suspendieran por un momento el sistema racional (sistema con el que percibimos, digerimos y nos explicamos la realidad inmediata), así, cuando yo les digo: "sistema onírico" digamos que es algo así como una orden para que conscientemente se ubiquen -en la medida de lo posible- en el reino de los sueños, y en plena vigilia puedan escuchar un cuento sin cuestionarle sus deudas con cronologías o lógicas humanas. Este sistema onírico intenta que seamos capaces de comprender toda narración mítica como una realidad interior. ¿Cómo lo hacemos? Suspendida toda literalidad en el mundo y toda sumisión a lo racional, nos permitimos aceptar desde las entrañas muchas de las "realidades" espirituales que nos rodean, realidades que tienen su patria muy dentro de nosotros, en esa parcela donde se siembra y florece el mundo interior. Carl G. Jung llamaría a las visiones de ese reino realidades psíquicas, y es que ahí, aún cuando no existen en lo tangible, existen en lo individual, percibidas por lo que yo doy en llamar sistema onírico; aceptadas las "nuevas normas" de lo "real" que el sistema onírico promueve, somos capaces de "ver" que un mundo invisible, y más real que el percibido por los sentidos, nos rodea. Don Quijote se adelantó a Jung.


Pues bien, en la literatura, hoy casi en su totalidad dedicada a lo real, los elementos mitológicos no abundan, y digo que no abundan no porque no hayan sido utilizados por grandes autores (Borges, Cortázar, por mencionar sólo algunos) sino porque cuando abundan no son entendidos cabalmente, y  es que el contextos social ahoga toda manifestación simbólica en aras de la realidad más inmediata, abanderada, por supuesto, por el recalcitrante materialismo que el mundo padece (si alimentáramos más nuestro sistema onírico en la vigilia, seríamos los peores enemigos del materialismo que consume la sociedad, veríamos claramente cuántos tesoros perdemos en la adquisición de porquerías).
En mis clases de mitología, dedicadas en su totalidad a un género que hoy en día colinda peligrosamente con la fantasía (digo peligrosamente porque mitología no es fantasía aunque muchas de sus manifestaciones sean las mismas, y no comprender la diferencia puede hacer que despojemos de su sentido profundo a uno y otro), pues bien, en mis clases de mitología, mis alumnos conocen narraciones de culturas arcaicas que, para muchos lectores modernos, pueden parecer meros cuentos de niños. Esa situación se debe en gran parte a que el hombre moderno vive desconectado de ese sistema onírico que propongo, sistema que vuelve significativo el mundo exterior a partir de una analogía con los reinos del alma.
La labor de explicar que sí existen los gigantes (¿qué son los adultos para el niño, o las grandes transnacionales como Monsanto para las pequeñas granjas?), que las sirenas cantan para que los marineros olviden la ruta hacia el hogar (¿qué son las pasiones que arrojan a un hombre en los brazos de una aventura que daña a sus seres queridos?), que Santa Claus sí existe (¿quién compra los juguetes que aparecen en el árbol entonces? sólo que tal vez no se llama Papá Noel, sino Papá Miguel) esta labor, ardua de dar significados épicos a lo real y real a lo épico, es trabajo en suma de maestros que guíen para encontrar sentido en las Artes, traductoras bien intencionadas del mundo interior, deudoras todas ellas de ese mundo onírico que nos revela tantas maravillas.



Estas son sólo unas breves reflexiones, más tarde ahondaré en un libro que vaya tú a saber cuánto tarde en escribir, pero que ya con esto comienzo.

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