Mapas Cósmicos Mesoamericanos, instrucciones para vivir en el espacio-tiempo místico....
Siempre se agradecen las instrucciones…, sobre todo cuando sirven para maximizar la utilidad de algo, y sin embargo, sobre el tiempo, el tiempo que es visto por la civilización occidental como supremo dictador de rutinas, inclemente devorador de años, flujo de secuencias en línea horizontal…, sobre ese gran Cronos sangriento ¿quién nos instruye?
¿Quién nos dice cómo hacer para que deje de gobernar sin piedad nuestra vida, cómo volver al tiempo un aliado en el que depositemos confiadamente nuestras actividades? Me preguntaba esto y Cortázar apareció con una propuesta:” Instrucciones para dar cuerda al reloj”, pero la respuesta aunque juguetonamente profunda me mantuvo en la misma línea recta del tic, tac, tic, tac… constante y equidistante, como las marcas de una regla… Afortunadamente, de manera más extensa, mítica, documentada, y no por ello menos amena, Raúl Aceves nos presenta con el titulo de Mapas cósmicos mesoamericanos, un manual para intuirnos como seres del tiempo, íntimamente relacionados con las energías señaladas tradicionalmente como horas, días, años… y que bajo la mirada de un poeta pueden tener denominaciones mucho más latentes y significativas.
Y si no queremos quedarnos en eso de que nos cuenten, podemos observar por nosotros mismos que cuando leemos, parece que entramos a una dimensión donde se ralentiza la eternidad misma. Salimos del libro asombrados al contemplar que afuera de aquellas hojas ya se hizo de noche…
Raúl conoce de estos túneles, pasadizos directos al misterio y creo que deseó, mediante su propia búsqueda, desarrollar un manual, una guía, o para ser más fieles al título del libro: un surtidero de mapas que antiguos sabios nos legaron.
En una odisea hispánica recorrió no islas, sino maestros de la tradición y en lugar de perder a su tripulación durante la travesía, llenó su morral de palabras floridas. Joyas de “Auténticos Mexicanos” que nos quiere compartir. Casi dos páginas suman los nombres de los guardianes de la tradición, con los que ha tenido la fortuna de contactar para que nosotros, hoy, recibamos mapas e instrucciones para ver algo más que el pausado acompasamiento de unas manecillas anodinas.
Aun cuando aparentemente estamos frente a un libro de consulta, una mirada más atenta revela el grimorio. Se necesitan otras pupilas para detectar el guiño con el cual nos lleva hasta la tierra sagrada de los poetas, la tierra donde la palabra nos trasciende y se convierte en vehículo de otras realidades, la palabra mítica por excelencia que guarda los secretos universales y trascendentes. La palabra simbólica milenaria que surge antes de que la misma palabra surja y antes de que la misma escritura fonética se manifieste, la palabra que se “ve”.
Dividido trinitariamente, a la manera mística, Raúl comienza el primer apartado de su libro con una cruz,
la cruz de los cuatro rumbos, donde habremos de crucificar los conceptos tradicionales del espacio geográfico, para que resuciten transformados para el espíritu. El norte, blanco, como una vestidura celestial; el sur receptáculo del amarillo que fertiliza; el este, latiendo en rojo destello de sangre, ofrenda para el día que nace; y el oeste, ennegrecido augurio del secreto inconsciente. Estos colore y direcciones son el primer mapa que quiere develar.
En el segundo apartado temático, Raúl explora el movimiento en el cual esa cruz está inmersa. Y como todo lo vivo, en eterno cambio, la cruz de los cuatro rumbos se trasforma en los días y los meses nacidos del vientre de los dioses.
Y los días, son dioses, y los meses son dioses, y así, lejos de sentir el tiempo como un tirano yo siento, gracias a la directriz de mi amigo Raúl, ¡el tiempo como un regazo…! y con la ayuda del manual entiendo si el dios que me acoge es un dios de tristes melancolías o de alegres sobresaltos, juguetón como el mono; o acaso, es un dios laborioso que no me dejará descansar; o uno que desea la meditación serena… o el compromiso con el amor, o el ritual sagrado. Y así, no lucho con el dios que cada día o mes se manifiesta bajo las energías de una matriz universal, sino que me integro apaciblemente con la sabiduría que cada día proporciona, y entiendo si es el tiempo de los discursos largos, o el de los poemas breves, y no me convierto en célula cancerosa que se aparta del conjunto para crear tumores, sino que me integro al gran tejido cósmico.
Y en ese tapiz estelar hay esencias guardianas, astros y constelaciones que circulan vigilando el orden universal.
Señores del día y de la noche cuyos nombres, ¡que son poesía!, nacen de las actividades del sol:
Taan u baan jun k´ay t´el/ los gallos cantan en coro.
Tan yak abta/ ya está llegando la noche.
Aunque en la señalética tradicional de los géneros, esta obra no es una novela, ni un poema, mapas cósmicos favorece que se detone interiormente la narración del recorrido personal a través de los mapas biográficos. Y se manifiesta como poesía cuando te lleva a través de imágenes y armonías a la intuición de que los cambios están ahí para que te subas a ellos y no para que los resistas y te atropellen…
La tercera parte del libro ya lo afirma como puente de coincidencias que permite relacionar lo universal con lo étnico. En estas páginas encontré pasajes directos hacia otras geografías míticas, estaba ahí la numerología, los arquetipos del Tarot, la cábala, los personajes mitológicos. Otros nombres, otra apariencia, ciertamente, pero la naturaleza, la misma: suprema sustancia del universo, tabla periódica de elementos místicos. Los nombres dados por cada una de las culturas a esas energías o manifestaciones de orden no material, parecen, luego de comprobar lo universal de sus manifestaciones, un traje que se quita y se pone sobre el sagrado cuerpo de lo esencial, eso nos permite respirar aliviados, sobre todo después de presenciar las peroratas que se lanzan de una religión a otra, veamos un ejemplo: (El tres maya corresponde a Hunab Ku, que es uno y trino a la vez.
Y el cuatro Kan, representa las cuatro fuerzas esenciales que sostienen el universo creado, ¿los elementales?), o inclusive el libro propone la reivindicación de una esencia: el trece deja de ser nefasto para tornarse símbolo de la paciencia que ha visto el desarrollo de todo el círculo de la vida. O se convierte en el resultado de los doce apóstoles y Jesús, o los caballeros de la Tabla Redonda y el Rey Arturo. O las doce tribus de Israel y Dina….
Este libro, para mí, es un amoroso mapa, cuyas secuencias me resultaron poéticas, no sé si porque Raúl por ser un poeta las detectó, o si Raúl, por ser un poeta las reprodujo así, o si Raúl y ellas son armonías que se encontraron…
Lo sanador es que en Mapas Cósmicos Mesoamericanos encuentro una inversión total de los agobiantes “valores” de una cultura material. Aquí no privan los cambios en la bolsa sino en las pulsiones del corazón, Y son más los señores del día que los señores de la noche.
¡Gracias Raúl!, por tus palabras, son llave para abrir esta ruta, el mapa sagrado hacia la profundidad de nuestras almas.
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