sábado, 1 de octubre de 2016

LA GRAMÁTICA DE LA FICCIÓN

Conferencia Magistral en el marco del primer Congreso Nacional de Estudiantes de Letras, Literatura y Lingüística CONELUG 2016


Por Yolanda Ramírez Michel



Primero, como en la mesa ante un banquete platónico, antes de partir los alimentos, dar gracias. Gracias a esta casa de estudios, alma mater que convoca a tantos, gracias a los organizadores de este proyecto que amalgama varios tópicos en torno a la palabra, gracias a los que han participando antes que yo en este Congreso Nacional de Estudiantes de Letras, Literatura y Lingüística, porque sembraron ya semillas hermanas, gracias a los que asisten para atender nuestras palabras, porque sin una audiencia la voz sería eco en un pueblo fantasma.  Y, gracias también a Pedro, por considerarme para esta conferencia, espero no defraudarlo ni como alumno,  ni como amigo, ni como escritor.

         Pues bien, una vez cumplido el sagrado rito de agradecer, y antes de comenzar, quiero aclarar algo importante: Me invitaron a dar esta conferencia junto con otros amadores de la lengua que han analizado con tino obras literarias y yo, sin embargo, voy a salir de esos contornos de expedición intelectual para andar por otros derroteros, y hablarles sencillamente de lo que uno como escritor piensa y siente con respecto a la escritura. Para ello, lo primero que haré al iniciar esta "conferencia magistral", es dejar de llamarla magistral, e incluso dejar de llamarla conferencia… porque, lo que como escritora voy a decir acerca de la ficción, no desea ser calificado en estos términos. Mi humilde aportación a este congreso prefiere ser llamado "Gramática de la ficción, brevísimo decálogo de doce reglas no obligatorias (pero sí imprescindibles). Y aquí van:


0.- Aliméntate sanamente: La lectura.    
Sin libros leídos, amados, odiados, anhelados, no hay escritor. El escritor se forma primerísimamente en las aulas de la imaginación, de las que los libros están llenos. El que lee supera al maestro, el que lee sabe que los personajes que cambiaron un destino adverso -y los que no-, son espejos; que en los renglones de un libro se dan revoluciones silenciosas, que luego revolucionan toda la vida. El que lee, intuye que se volverá un ser pensante y eso será peligroso, pero no se amedrenta. Sabe que la lectura ciertamente es una droga para evadirnos en esos momentos de desesperación en los que se necesita un refugio, (el que lee se aplica en la inhalación de toda suerte de turas y surrealismos). No tiene miedo a que los héroes de la farándula sean espectros deformes ante sus ojos, porque otros seres más hondos se han posicionado ya en la pantalla magna de la ficción. Ha constatado que un libro no sólo es material de estudio, con los libros se puede divertir demasiado, un libro lleva a otro y nunca estará satisfecho, y sus ralos ingresos los gastará en mantener la biblioteca de sus aficiones. Y un día, como ramita tenaz atravesando el asfalto, germinará una frase suya… y será lector de sí mismo.

0 (A) No sólo de libros se alimenta el lector.
El Lector (con mayúscula) no lee sólo palabras, una cosa es reconocer las letras, seguir aplicadamente los renglones, articular con un murmullo los fonemas, y otra muy otra es DESCIFRAR… hasta que llega ahí habrá encontrado el umbral hacia una patria formidable: la literatura. La mirada del lector sobre el mundo atraviesa los contornos de lo observado. Va de palabra en palabra saltando de la superficie perfilada por la letra, al montículo vital de la palabra: La palabra sol, por ejemplo, no contiene en su superficie los millones de átomos que circulan agitadamente creando olas de calor expansivo en el Sol vital, la palabra sol es apenas una piel muy frágil sobre la magnificencia del astro.
         Dentro y fuera del libro, leer es descifrar la sonrisa de la madre, el giro de una mirada, el vestido negro o amarillo, la tos a mitad de una charla, los ojos mirando algo más que otros ojos. Hemos de limpiar la mirada de palabras, para recibir enteramente el mundo.



0 (B) Las proteínas son la base.
El que quiere escribir, primero muy primero, como en parvularios, que devore los Clásicos, son aminoácidos esenciales… y luego, que recorra los estantes de una biblioteca como un parque temático, y se suba a los libros que más le atraigan. A sus diecisiete años Rimbaud ya había leído todos los libros de todas las bibliotecas a su alcance, no fueron sólo sus diecisiete, sino mucho más los libros leídos los que le dieron sustento a sus versos.  
         No obstante, que no se piense que una concentración de vitaminas da más salud, ni que, quien mucha fábula lee, ya tiene ganada la inspiración para sus fabulaciones. Para escribir ficción no basta leer ficción, para escribir ensayo no basta leer ensayo, para escribir cuento no basta leer cuento, hay que leer también ciencia, antropología, filosofía, mitología, sociología, artículos de divulgación... Todas las ciencias guardan un grano de mostaza lleno de fe en el mundo fantástico, el mundo fantástico es la sabia de lo real maravilloso, como decía Alejo Carpentier, lo real maravilloso está en todos lados... y por todos lados ha de buscarse la inspiración para encender luz en la página.


0 (C) Sugiero tener una biblioteca.
Sucede que hay muchos que piden prestado un libro, porque no lo quieren comprar, -no es que no puedan, no quieren. No quieren gastar en un libro. Comprar un libro es el primer paso para adquirir la carta de residencia en la familia de los escritores… quien tiene libros, y gasta sus pocos o muchos ingresos en ellos, está comprando más que papel, compra tierras hechizadas, sabiduría, pasión, aventura. Y no hablo de gastar una millonada, hablo de que el libro se vuelva un objeto acariciable, algo donde las palabras puedan ser tocadas… y acompañen físicamente con todo y su mundo interior.
         Voy a contarles de un autor al que yo personalmente admiro mucho, su nombre es Johannes Trithemius; fue considerado por sus contemporáneos un mago, pero también un intelectual de primer nivel. Johannes von Heidenber (Trithemius) vivió en la época inquisitorial, y fue cuestionado porque su biblioteca, la más importante de la Europa de su tiempo, contenía además de teología, muchos libros de magia, y porque sus propias investigaciones lo llevaron a escribir libros extraños. No obstante salió ileso de toda persecución, la libró, era monje, abad de Sponheim… Pero, ¿cuál era el misterioso contenido de sus investigaciones? Parece ser que se referían a extraños procedimientos para hipnotizar a personas a distancia, quizá por telepatía, a través de ciertas "manipulaciones del lenguaje…" 

         Dicen que entre sus propuestas estaba que un ángel llevara los mensajes a otro ángel… ¿no estaba hablando de la lectura?, el "ángel" (el que escribe) envía mensajes a otro "ángel" (el que lee). Nuestra era digital ya no comprende muchos de los símbolos a los que estaban acostumbrados hasta los menos legos de la Edad Media. Entonces, por ejemplo, circulaba la imagen de Jesús amamantando a Juan, y esta imagen no fue nunca censurada a pesar de su extrañeza porque era el símbolo de que las enseñanzas de Jesús se transmitían como las de una madre… pero nosotros, aunque ya no tenemos ni remotamente censura en las imágenes del mundo, sí que la tenemos en la imaginación. Y salimos perdiendo.
         Trithemius sostenía que había inventado un método para comunicar el pensamiento a distancia... claro que sí, una biblioteca es una sala apta para que los espíritus de los muertos nos hablen, no hay mayor distancia que la muerte. 


1.- La academia y el asombro
El académico lee una obra literaria para analizarla, el creador para inspirarse, ambos requieren de la obra, pero la afrontan desde diferentes perspectivas. He ahí el dilema, ser o no ser académico, ser o no ser autor de ficción, escritor, poeta.
         Para el escritor no es tan necesario entender la obra como que la obra nos entienda... sí, que nos entienda, que nos atraviese y nos hunda su lanza hasta que broten en cada renglón y en cada verso las palabras precisas, como dijera Francisco Hernández:  hasta que (el verso) se convierta en aguja tan fina, que atraviese la lengua sin dolencia, aunque la sangre obstruya la garganta.
         Toda obra literaria nace de un magma interior que poco tiene que ver con academicismo, aunque luego la academia pueda y quiera diseccionar las partes del discurso creativo y generar las múltiples teorías lingüísticas con esa materia primordial. Por ello, conviene advertirles de los riesgos de creer que la carrera nos dará en automático la vocación para la escritura, la vocación no es algo que esté en el aula ni que pueda calificarse… la academia nos da un mapa con carreteras seguras, con señalamientos para encontrar tesoros y herramientas formidables,  pero estos caminos no son los únicos caminos, y estas herramientas no son nada en manos de alguien sin imaginación ni ingenio. Las carreteras que nadie transita, las lindes prohibidas y arriesgadas, las herramientas oxidadas por el paso de los años, son cotos sagrados visitados por los creadores, siempre ávidos de encontrar algo con qué sorprenderse.
         El escritor es alguien que quiere probar el pastelillo, y luego, si le gustó, va por la receta. Así nuestro orden de los factores, que sí altera el producto.




2.- El aparato imaginario.
Como lecho encendido por la imagen de una mujer que sueña.
Alí Chumacero

Ejercitar el aparato imaginario…
         Para un escritor el aparato imaginario es tan importante como el aparato respiratorio... Porque el escritor, si no imagina, se muere.

         Los representantes del canon occidental -como Shakespeare y Cervantes- usaban su aparato imaginario con bastante eficacia, estos autores aunque no eran ellos mismos académicos, han sido la delicia de los académicos porque son valiosas piezas para diseccionar el aparato imaginario. Donde quiera que esté. Y por eso se volvieron canónicos, porque supieron ir hasta la médula de un sistema que nos conmueve a todos.
         Usando la imaginación se llega directo al meollo de la ficción: el símbolo... eso que tiene pasaporte para la eternidad, que vive más allá de la lengua, brillando bajo la llama de una linterna en las cuevas de Altamira, contando la historia de siempre, la del hombre, a través del símbolo, que amalgama el mundo visible y el mundo invisible (interior) en un solo lance de jabalina… para traer desde ahí la pesca con alimento para los hambrientos de ficción. 


3.- La melodía, las nanas en la cuna.

Y luego es básico saber de música. No me refiero a las notas de una partitura, me refiero a la música de la palabra, no en vano la literatura nació como un canto. Rulfo, por ejemplo, tan cuidadoso con sus palabras, cambió Tuxcacuexco por Comala, qué diferencia: Vine a Tuxcacuexco porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo... qué tropezadero fonético. Cómala es más eufónico. La música de la palabra... 
         Para tener melodía en tus oraciones, aunque escribas ficción, novelas, ensayo, lee poesía, ella es la nota que siembra orden en tus renglones.

4.- Respeta a tus mayores.
Homero no contó linealmente la Odisea, pero la recordamos isla por isla como si hubiéramos estado ahí. Raimundo Lulio escribió El libro de la caballería, guardián de símbolos trascendentes, que dieron vida al Amadís y luego al inmortal Quijote, Dante escribió su propia teología, rindió honores a Virgilio y divinizó a Beatriz; Shakespeare hizo maromas crípticas con el lenguaje para contar de manera nueva los cuentos de siempre; Goethe reformuló el mito de Fausto y le dio redención a quien había sido masacrado en la Edad Media; Santa Teresa leyó libros de caballería como quien asiste por propia voluntad a una tentación. Milton hizo de Dios un dictador y del demonio un revolucionario, Sor Juana contó primero su sueño y luego las cosas que vio en los cielos, Dostoievski mató a su padre por mediación de un personaje, Mery Shelly soñó a la criatura y luego le dio vida, Rilke escuchó la voz de un verso en la playa de Duino, Cortázar nos sorprendió jugando en los renglones una Rayuela existencial, Kafka se volvió insecto.  
         Respeta a tus mayores y sigue sus consejos, porque de ellos es el reino de la inmortalidad.

5.-La soledad
Sin soledad no hay escritor. Pero esta dama no brinda sus favores a quienes no la quieren, antes es una dama tímida que debe ser ganada a costa de sacrificios y abstinencias. Cuando la hemos conquistado, la soledad nos lleva hasta una torre donde se contempla… al hombre mismo.
         Sólo con la soledad es posible estudiar concienzudamente a nuestros personajes, con la soledad no del hombre sino del alma. Aunque ronden por ahí algunos chiquillos felices, la soledad puede lanzar su velo magnífico para que no te toquen sus gritos, sólo sus fantasías.
         En soledad puedes juzgar ferozmente a tus personajes, y también puedes perdonarlos por el peor de los crímenes, redimirlos, amarlos, arrojarlos al fuego y luego purificarlos.

6.-No le des mucho alimento al ego.

Alma mía, alma mía
Perdura en tu idea divina

Rubén Darío

Y luego hay por ahí un enemigo terco: el ego. Qué vulnerables los escritores frente a este perverso amigo... El ego nos distrae de lo importante, creemos en el premio más que en el gozo de escribir... Creemos en los aplausos y nos olvidamos de jugar como niños felices con el don: la palabra. 
         Cuántos talentos han perecido en la laguna Estigia… el ego infla al hombre y el hombre deja de adorar en primera instancia la Literatura. La Literatura es una diosa celosa que no permite contrincantes, es una diosa que se adora no como a un espejo, (aunque lo sea), sino como a un portentoso numen que puede abandonarnos intempestivamente, para no volver. El ego hace que el escritor se crea dueño de su talento, y entonces el talento no es sino algo humano, en cambio, si el escritor adora a la divina literatura y se le brinda, lo que el escritor produce es algo que viene de otro mundo…

7.-Ser demiurgos.
Y en el principio era el verbo, y el verbo se hizo carne…
         El demiurgo es un creador de mundos, imperfectos, y por ende humanos. El escritor es el dios de sus obsesiones, en ellas forja sus ficciones. Con su varita mágica gesta, engendra… y es tan poderoso lo escrito, que del papel hay  un paso a la vida, y un principito puede encontrar al aviador perdido, que luego se pierde verdaderamente…
         Obligatorio: estar consientes del poder de la palabra. No sólo se crean mundos en el papel, hay un destino para cada ficción en la vida de los hombres.


7.- No olvidar los sueños.

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Fernando Pessoa


No sé cuántas de estas cabezas se matricularon en Letras porque desean ser escritores, no sé cuántos deseaban ser maestros, investigadores, críticos literarios, periodistas, editores, yo no sé, pero ustedes sí que lo saben, y espero que no hayan olvidado ese primer impulso que los llevó a correr esta carrera. Porque ese primer impulso es la semilla que espera florecer y darnos sus flores y sus fresas. Y, si ésta que llamaron en un principio "conferencia magistral", puede traer de vuelta ese primer estupor con el que observaron las aulas de Letras, esperando encontrar en ellas las herramientas para la materialización de su sueño, entonces, que sea por fuera lo que quiera, conferencia o charla, pero que por dentro detone el canto de la vocación y lo mantenga álgido y constante hasta su realización definitiva.



8.- Los libros sagrados.

¡Ah, que me avienten todo este limo! ¡Ah, que me avienten este señuelo! Sequedad y superchería de altares… Los libros tristes, innumerables, con sus cantos de tiza pálida…

Saint John Perse.

Las palabras deben ser repatriadas, han sido saqueadas por la voluntad del mercado y ya no se acuerda nadie de cuán poderosas son sus consonantes. En los textos rabínicos se habla del nombre de dios como algo impronunciable, sólo conocemos las vocales de su nombre, el tetragramaton, porque la combinatoria infinita es dios mismo, que es todo lo que existe, que es todas las palabras juntas, que es el todo amalgamado, y que por ende es impronunciable por nosotros, limitados al lenguaje lineal, al de la voz y al de los libros, ya Borges nos contó acerca de esto con un cuento. Para eso también sirve conocer los libros sagrados, para que inspiren ficciones que expliquen al hombre el mundo de manera más amena. El escritor anda tras ese reino… quiere contar de todas las criaturas que contempla y que imagina, y para contar de ellas, ha de forjarlas con la punta de su pluma.

9.- Vivir la literatura, no sólo escribirla.

Susurré: el recuerdo duele donde quiera que uno lo toque.

Seferis

Fui escritora tardía, por muchas razones, pero la única que quiero comentar es porque primero estuve acumulando vida vivida que me diera el soporte para la vida contada. Y de ahí me viene este consejo:
         Se médium de la vida. Escritor, la vida te nutre, te nutre la vida. Sin ella no hay renglón glorioso, sin las palabras de tu propia cronología fantástica dictando diálogos que no has logrado establecer con tu padre, no habrá diálogo que conmueva a tus lectores, primero debes conmoverte tú mismo… sin tu vida como una raíz arcaica que alimenta al tallo, no hay ficción que cimbre (y no hablo de escribir biografía, sino de escribir con la vida). Hasta que sabes estar tras el telón, contemplando a tus actores como a hijos independientes pero tuyos, hasta entonces, no eres escritor, ni poeta, ni ensayista, eres un aprendiz en espera de la simiente, apenas entrando al laberinto.  En el laberinto hay muros infranqueables, pero no hay techo, y el hilo de Ariadna no está en el suelo, está en los cielos, donde brilla un mapa de estrellas consejeras, el que mira hacia arriba encuentra su propio rostro observando(se) como observa un dios a su criatura.  Escribimos como una manera de entender… de entendernos.

         Pero esto no basta, también hay que amar verdaderamente a los personajes de ficción, amarlos como a seres vivos, más vivos que muchos vivos. Pelear por nuestros personajes favoritos, como peleamos por nuestros seres queridos. Saber de memoria el inicio de nuestro libro de cabecera, el verso de nuestro poeta favorito, la frase del libro antiguo que veneramos. Has de tener y entender  tus amores, ésos a los que defiendes por encima de cualquier razón, ésos que detonan la locura, como a Alonso Quijano le detonaban lo caballero andante los libros de caballería. Son amores que tienen acta de nacimiento por efectos de la pasión con que los crees, sólo así tendrás pasión para crear otros seres semejantes.

10.- Rezar…

Así los hombres olvidaron que todas las deidades residen en el corazón humano.

William Blake


Rezarle constantemente a Cervantes. O al santo que más nos ilumine. Leer en voz baja nuestros pasajes favoritos, como monjes repitiendo mantas, llevar el Libro de horas a todas horas, como un pequeño jardín en nuestro bolsillo.
         Cada historia es una teología personal, una filosofía y un fruto.

11.- El miedo.
Tener miedo, mucho miedo a usar mal la palabra, pero que el miedo no te inmovilice, sólo que te prevenga contra al abuso y engreimiento ante los primeros fuegos artificiales, no te engolosines con el lenguaje, no creas que por saber muchas y nuevas palabras necesitas colocarlas todas de un tirón en el primer poema que escribes. Wislawa Szymborska no usa palabras rimbombantes para contar lo que hay que hacer después de una guerra, usa las palabras barro, cenizas, astilla, cristal, y con ellas nos lleva de la mano hasta el trágico espectáculo de la posguerra. Impresiona con la idea y la claridad de tu idea, es una flecha certera y llega a todos.
         No vayas por favor con el escritor que acabas de  conocer mostrando un papel que acabas de escribir como si fueran los evangelios apócrifos recién descubiertos. Mejor lee lo que él ha escrito.
         Para eso es el miedo, para prevenir estos abusos.
         Pero recuerda, no le des tampoco tanta fuerza al miedo, que no te apague cuando tengas una idea.
         El miedo a escribir es un buen síntoma... te estás dando cuenta de que el reino de la escritura es muy especial y, no te prometo que lo perderás en automático, no se pierde nunca, se va venciendo y controlando, es un aliado que no nos permite tomar a la ligera la palabra; es un amigo con apariencia medio monstruosa, pero es un buen amigo cuando sabemos ponerlo en su lugar.



12.- Estar dispuestos a ser hechiceros y exorcistas.
¿Qué es un exorcismo?, no me refiero a lo que sucede en la película El exorcista, me refiero a que tus palabras sean tan poderosas que puedan de tajo romper con un mal hechizo largamente instalado en la vida; digámoslo con palabras más científicas, un psicólogo, un psicoanalista rompe hechizos, un escritor también, los rompe o los crea.
         Y, hablando de estas cosas, hay otro "mago" del que quiero hablar: John Dee, conocido en el medio ocultista por haber interpretado el lenguaje de los ángeles: el enoquiano… Hoy algunos sugieren que éste no era sino un código que Dee utilizaba para transmitir mensajes desde el extranjero a la reina Isabel en su supuesta condición de miembro fundador de la Servicio Secreto Inglés.  La palabra ángel lleva en sus entrañas el concepto de "mensajero", el escritor ha de vivir intentando unificar esos dos mundos, el literal y el imaginario. La realidad y la fantasía, dos mundos que se tocan. A eso se refieren -los que saben- con hechizo, o exorcismo.

13.-Asistir a lugares sagrados.

Aunque esté escondido en todas las cosas, su Alma no reluce; sólo es visto por quien tiene vista sutil y un intelecto sutil.

Katha Upanishad, 3:12


Lugares sagrados… Estamos ahora mismo en uno, en un santuario, nos dijeron que es una universidad, pero… debo revelarles que es un santuario,  un reino sacro, tremendamente poderoso, un ateneo donde se citan magos y aprendices. La palabra mago (que tiene poderes, que sabe usarlos) ha sido despojada de su linaje, vestida con los ecos de la modernidad y ya no nos impresiona, incluso llega a sonar ingenua si no sabes al lado de qué palabras colocarla, y más si ya te sientes adulto y la magia parece pertenecerle a tu infancia, o a tus hijos... qué dilema, con palabras como ésa los intelectuales nos pueden expulsar del Edén, pero ¿quién quiere el Edén cuando tenemos la palabra para crear mundos a la medida de un sueño, un deseo o una obsesión? Hemos sido arrojados a la realidad con nuestra desnudez y nuestra palabra prístina. Pero no nos quitaron ni el aliento ni la voz (aunque intentan quitarnos el discernimiento). Ojalá comprendamos esta gracia, ¿y quiénes más aptos para entenderlo que ustedes?, los que estudian Letras ¿qué creen que estudian? en mi gramática de la ficción ustedes estudian hechizos para contener un mundo en una hoja de papel, ahora en un recuadro electrónico, o para interpretar cómo hicieron los grandes autores de la Literatura Universal para que perduraran sus sortilegios. Estudian a los magnos nigromantes, cada aula tiene la posibilidad de ser mucho más de lo que anida entre sus muros, Letras… así decimos de esta carrera, "estudio Letras", para los cabalistas las letras eran túneles por donde penetrar hacia la materia, y desde ahí construirla, reconstruirla, alterarla, revolucionarla, recrearla. Pero muchos no lo comprenden cabalmente. Se acercan a las letras ya sin el asombro, como niños muy acostumbrados al vuelo de las mariposas, tan acostumbrados que no les han visto el rostro. Les aseguro, las mariposas son niñas felices.
         Aprovechen este espacio de estudios como un mapa, no como un cepo. La academia guarda con celo la tradición, y esta es una heredad espléndida, pero cuidado, no la dejen como reina absoluta de sus proyectos, la creatividad es un sistema mental que salva todos los abismos. Quedarnos en la periferia de la creatividad nos exilia del linaje, y quedarnos en la tradición nos limita a vivir en el coto de un pasado glorioso, ciegos al devenir de un mundo que como nube no es nunca una forma fija. Tomemos lo mejor de los dos mundos. Y, aunque aquí aprenden a entregar tareas, el ocio es una virtud que debe cultivar el escritor, está bien la disciplina, el trabajo, pero también el ocio... Cuentan que Cervantes asistió en Italia a la Academia de los ociosos... Los filósofos griegos pensaban del ocio que no sólo era bueno sino necesario para la reflexión y la gestación de sus ideas.        

13 (A)
Juega.
Escribir es un juego, un juego muy serio, tan serio que debes cuidar ante todo que nunca deje de divertirte. Encuentra siempre gozo en el desvelo. Cuando jugamos no pasa el tiempo, juega incansablemente y haz de este oficio un reino a tu medida donde seas el rey, el príncipe, el verdugo, el caballero, la princesa y todos los vasallos de tu pluma.
         Diviértete y no pienses en ganar un premio, no hay galardón más delicioso que el punto final en una historia escrita con la sangre de tu alma.
         Juega,  y no respetes más que tus propias reglas. Disfruta del cansancio y el dolor hasta las lágrimas, que en esta vocación la felicidad se encuentra cuando tus ojos y los de tu personaje se miran hondamente… o a la vuelta de un verso, o en el diálogo más logrado de tu pluma.

Epílogo
Superarte siempre a ti mismo.
Y, si ya hiciste algo bien, no te quedes ahí nunca. Sigue buscando nuevas maneras de decir diciendo, propón renovadas estructuras para embobinar la vida, costuras en telares de géneros diversos. Párate en otros ángulos, ésos que otros no han detectado, y desde ahí hurta el milagro, atisba el hogar que no ve Dios ni sus ministros. Busca incansablemente el árbol del que nadie sabe nada, y que espera impertérrito ser descubierto junto con las filacterias que lo nombran.
         Puedes cambiar de opinión, como Wittgenstein, o como Elena Garro, que al final de su vida reconoció que le hubiera gustado haber escrito otros finales a sus cuentos, tal vez así hubiera ella podido vivir otro final… Sí, no te quedes quieto nunca, ni en el sí, ni en el no… sube al péndulo y que lata como un corazón agitado, llevándote de un extremo a otro de la vida… siempre creciendo en renglones, hasta que pongas el punto definitivo y vayas a sembrar tus flores en el jardín del sol.

Guadalajara, Jalisco, 30 septiembre 2016
        


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