LA GRAMÁTICA DE LA FICCIÓN
Conferencia Magistral en el marco del primer Congreso Nacional de Estudiantes de Letras, Literatura y Lingüística CONELUG 2016
Por Yolanda Ramírez Michel
Primero,
como en la mesa ante un banquete platónico, antes de partir los alimentos, dar gracias. Gracias a esta casa de estudios, alma mater que convoca a tantos, gracias a los organizadores de este proyecto
que amalgama varios tópicos en torno a la palabra, gracias a los que han participando antes que yo en este Congreso
Nacional de Estudiantes de Letras, Literatura y Lingüística, porque sembraron
ya semillas hermanas, gracias a los
que asisten para atender nuestras palabras, porque sin una audiencia la voz
sería eco en un pueblo fantasma. Y, gracias también a Pedro, por
considerarme para esta conferencia, espero no defraudarlo ni como alumno, ni como amigo, ni como escritor.
Pues bien, una vez cumplido el sagrado
rito de agradecer, y antes de comenzar, quiero aclarar algo importante: Me
invitaron a dar esta conferencia junto con otros amadores de la lengua que han
analizado con tino obras literarias y yo, sin embargo, voy a salir de esos
contornos de expedición intelectual para andar por otros derroteros, y
hablarles sencillamente de lo que uno como escritor piensa y siente con
respecto a la escritura. Para ello, lo primero que haré al iniciar esta "conferencia
magistral", es dejar de llamarla magistral, e incluso dejar de llamarla
conferencia… porque, lo que como escritora voy a decir acerca de la ficción, no
desea ser calificado en estos términos. Mi humilde aportación a este congreso
prefiere ser llamado "Gramática de la ficción, brevísimo decálogo de doce
reglas no obligatorias (pero sí imprescindibles). Y aquí van:
0.-
Aliméntate sanamente: La lectura.
Sin
libros leídos, amados, odiados, anhelados, no hay escritor. El escritor se
forma primerísimamente en las aulas de la imaginación, de las que los libros
están llenos. El que lee supera al maestro, el que lee sabe que los personajes
que cambiaron un destino adverso -y los que no-, son espejos; que en los
renglones de un libro se dan revoluciones silenciosas, que luego revolucionan
toda la vida. El que lee, intuye que se volverá un ser pensante y eso será
peligroso, pero no se amedrenta. Sabe que la lectura ciertamente es una droga
para evadirnos en esos momentos de desesperación en los que se necesita un
refugio, (el que lee se aplica en la inhalación de toda suerte de turas y surrealismos). No tiene miedo a
que los héroes de la farándula sean espectros deformes ante sus ojos, porque
otros seres más hondos se han posicionado ya en la pantalla magna de la
ficción. Ha constatado que un libro no sólo es material de estudio, con los
libros se puede divertir demasiado, un libro lleva a otro y nunca estará
satisfecho, y sus ralos ingresos los gastará en mantener la biblioteca de sus aficiones.
Y un día, como ramita tenaz atravesando el asfalto, germinará una frase suya… y
será lector de sí mismo.
0
(A) No sólo de libros se alimenta el lector.
El Lector
(con mayúscula) no lee sólo palabras, una cosa es reconocer las letras, seguir
aplicadamente los renglones, articular con un murmullo los fonemas, y otra muy
otra es DESCIFRAR… hasta que llega ahí habrá encontrado el umbral hacia una
patria formidable: la literatura. La mirada del lector sobre el mundo atraviesa
los contornos de lo observado. Va de palabra en palabra saltando de la
superficie perfilada por la letra, al montículo vital de la palabra: La palabra
sol, por ejemplo, no contiene en su superficie los millones de átomos que
circulan agitadamente creando olas de calor expansivo en el Sol vital, la
palabra sol es apenas una piel muy frágil sobre la magnificencia del astro.
Dentro y fuera del libro, leer es
descifrar la sonrisa de la madre, el giro de una mirada, el vestido negro o
amarillo, la tos a mitad de una charla, los ojos mirando algo más que otros
ojos. Hemos de limpiar la mirada de palabras, para recibir enteramente el mundo.
0
(B) Las
proteínas son la base.
El que
quiere escribir, primero muy primero, como en parvularios, que devore los
Clásicos, son aminoácidos esenciales… y luego, que recorra los estantes de una
biblioteca como un parque temático, y se suba a los libros que más le atraigan.
A sus diecisiete años Rimbaud ya había leído todos los libros de todas las
bibliotecas a su alcance, no fueron sólo sus diecisiete, sino mucho más los
libros leídos los que le dieron sustento a sus versos.
No obstante, que no se piense que una
concentración de vitaminas da más salud, ni que, quien mucha fábula lee, ya tiene
ganada la inspiración para sus fabulaciones. Para escribir ficción no basta
leer ficción, para escribir ensayo no basta leer ensayo, para escribir cuento
no basta leer cuento, hay que leer también ciencia, antropología, filosofía, mitología,
sociología, artículos de divulgación... Todas las ciencias guardan un grano de
mostaza lleno de fe en el mundo fantástico, el mundo fantástico es la sabia de
lo real maravilloso, como decía Alejo Carpentier, lo real maravilloso está en
todos lados... y por todos lados ha de buscarse la inspiración para encender
luz en la página.
0 (C) Sugiero
tener una biblioteca.
Sucede
que hay muchos que piden prestado un libro, porque no lo quieren comprar, -no
es que no puedan, no quieren. No quieren gastar en un libro. Comprar un libro
es el primer paso para adquirir la carta de residencia en la familia de los
escritores… quien tiene libros, y gasta sus pocos o muchos ingresos en ellos,
está comprando más que papel, compra tierras hechizadas, sabiduría, pasión,
aventura. Y no hablo de gastar una millonada, hablo de que el libro se vuelva
un objeto acariciable, algo donde las palabras puedan ser tocadas… y acompañen
físicamente con todo y su mundo interior.
Voy a contarles de un autor al que yo
personalmente admiro mucho, su nombre es Johannes Trithemius; fue considerado
por sus contemporáneos un mago, pero también un intelectual de primer nivel. Johannes
von Heidenber (Trithemius) vivió en la época inquisitorial, y fue cuestionado
porque su biblioteca, la más importante de la Europa de su tiempo, contenía
además de teología, muchos libros de magia, y porque sus propias
investigaciones lo llevaron a escribir libros extraños. No obstante salió ileso
de toda persecución, la libró, era monje, abad de Sponheim… Pero, ¿cuál era el misterioso contenido de sus
investigaciones? Parece ser que se referían a extraños
procedimientos para hipnotizar a personas a distancia, quizá por telepatía, a
través de ciertas "manipulaciones del lenguaje…"
Dicen que entre sus propuestas estaba que un ángel llevara
los mensajes a otro ángel… ¿no estaba hablando de la lectura?, el "ángel"
(el que escribe) envía mensajes a otro "ángel" (el que lee). Nuestra
era digital ya no comprende muchos de los símbolos a los que estaban
acostumbrados hasta los menos legos de la Edad Media. Entonces, por ejemplo,
circulaba la imagen de Jesús amamantando a Juan, y esta imagen no fue nunca
censurada a pesar de su extrañeza porque era el símbolo de que las enseñanzas
de Jesús se transmitían como las de una madre… pero nosotros, aunque ya no tenemos
ni remotamente censura en las imágenes del mundo, sí que la tenemos en la
imaginación. Y salimos perdiendo.
Trithemius sostenía que había inventado
un método para comunicar el pensamiento a distancia... claro que sí, una
biblioteca es una sala apta para que los espíritus de los muertos nos hablen,
no hay mayor distancia que la muerte.
1.-
La academia y el asombro
El
académico lee una obra literaria para analizarla, el creador para inspirarse,
ambos requieren de la obra, pero la afrontan desde diferentes perspectivas. He
ahí el dilema, ser o no ser académico, ser o no ser autor de ficción, escritor,
poeta.
Para el escritor no es tan necesario
entender la obra como que la obra nos entienda... sí, que nos entienda, que nos
atraviese y nos hunda su lanza hasta que broten en cada renglón y en cada verso
las palabras precisas, como dijera Francisco Hernández: hasta que (el verso) se convierta en aguja tan fina,
que atraviese la lengua sin dolencia, aunque la sangre obstruya la garganta.
Toda obra literaria nace de un magma
interior que poco tiene que ver con academicismo, aunque luego la academia
pueda y quiera diseccionar las partes del discurso creativo y generar las
múltiples teorías lingüísticas con esa materia primordial. Por ello, conviene
advertirles de los riesgos de creer que la carrera nos dará en automático la
vocación para la escritura, la vocación no es algo que esté en el aula ni que
pueda calificarse… la academia nos da un mapa con carreteras seguras, con
señalamientos para encontrar tesoros y herramientas formidables, pero estos caminos no son los únicos caminos,
y estas herramientas no son nada en manos de alguien sin imaginación ni ingenio.
Las carreteras que nadie transita, las lindes prohibidas y arriesgadas, las
herramientas oxidadas por el paso de los años, son cotos sagrados visitados por
los creadores, siempre ávidos de encontrar algo con qué sorprenderse.
El escritor es alguien que quiere
probar el pastelillo, y luego, si le gustó, va por la receta. Así nuestro orden
de los factores, que sí altera el producto.
2.-
El aparato imaginario.
Como
lecho encendido por la imagen de una mujer que sueña.
Alí Chumacero
Ejercitar el aparato imaginario…
Para
un escritor el aparato imaginario es tan importante como el aparato
respiratorio... Porque el escritor, si no imagina, se muere.
Los
representantes del canon occidental -como Shakespeare y Cervantes- usaban su
aparato imaginario con bastante eficacia, estos autores aunque no eran ellos mismos
académicos, han sido la delicia de los académicos porque son valiosas piezas
para diseccionar el aparato imaginario. Donde quiera que esté. Y por eso se
volvieron canónicos, porque supieron ir hasta la médula de un sistema que nos
conmueve a todos.
Usando
la imaginación se llega directo al meollo de la ficción: el símbolo... eso que
tiene pasaporte para la eternidad, que vive más allá de la lengua, brillando
bajo la llama de una linterna en las cuevas de Altamira, contando la historia
de siempre, la del hombre, a través del símbolo, que amalgama el mundo visible
y el mundo invisible (interior) en un solo lance de jabalina… para traer desde
ahí la pesca con alimento para los hambrientos de ficción.
3.- La melodía, las nanas en la
cuna.
Y luego es básico saber de
música. No me refiero a las notas de una partitura, me refiero a la música de
la palabra, no en vano la literatura nació como un canto. Rulfo, por ejemplo,
tan cuidadoso con sus palabras, cambió Tuxcacuexco por Comala, qué diferencia:
Vine a Tuxcacuexco porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro
Páramo... qué tropezadero fonético. Cómala es más eufónico. La música de la
palabra...
Para
tener melodía en tus oraciones, aunque escribas ficción, novelas, ensayo, lee poesía,
ella es la nota que siembra orden en tus renglones.
4.-
Respeta a tus mayores.
Homero
no contó linealmente la Odisea, pero la recordamos isla por isla como si hubiéramos
estado ahí. Raimundo Lulio escribió El
libro de la caballería, guardián de símbolos trascendentes, que dieron vida
al Amadís y luego al inmortal Quijote, Dante escribió su propia teología,
rindió honores a Virgilio y divinizó a Beatriz; Shakespeare hizo maromas
crípticas con el lenguaje para contar de manera nueva los cuentos de siempre;
Goethe reformuló el mito de Fausto y le dio redención a quien había sido
masacrado en la Edad Media; Santa Teresa leyó libros de caballería como quien
asiste por propia voluntad a una tentación. Milton hizo de Dios un dictador y
del demonio un revolucionario, Sor Juana contó primero su sueño y luego las
cosas que vio en los cielos, Dostoievski mató a su padre por mediación de un
personaje, Mery Shelly soñó a la criatura y luego le dio vida, Rilke escuchó la
voz de un verso en la playa de Duino, Cortázar nos sorprendió jugando en los
renglones una Rayuela existencial, Kafka se volvió insecto.
Respeta a tus mayores y sigue sus
consejos, porque de ellos es el reino de la inmortalidad.
5.-La
soledad
Sin
soledad no hay escritor. Pero esta dama no brinda sus favores a quienes no la
quieren, antes es una dama tímida que debe ser ganada a costa de sacrificios y
abstinencias. Cuando la hemos conquistado, la soledad nos lleva hasta una torre
donde se contempla… al hombre mismo.
Sólo con la soledad es posible estudiar
concienzudamente a nuestros personajes, con la soledad no del hombre sino del
alma. Aunque ronden por ahí algunos chiquillos felices, la soledad puede lanzar
su velo magnífico para que no te toquen sus gritos, sólo sus fantasías.
En soledad puedes juzgar ferozmente a
tus personajes, y también puedes perdonarlos por el peor de los crímenes,
redimirlos, amarlos, arrojarlos al fuego y luego purificarlos.
6.-No
le des mucho alimento al ego.
Alma mía, alma mía
Perdura en tu idea divina
Rubén Darío
Y luego hay por ahí un enemigo
terco: el ego. Qué vulnerables los escritores frente a este perverso amigo...
El ego nos distrae de lo importante, creemos en el premio más que en el gozo de
escribir... Creemos en los aplausos y nos olvidamos de jugar como niños felices
con el don: la palabra.
Cuántos talentos han perecido en la
laguna Estigia… el ego infla al hombre y el hombre deja de adorar en primera
instancia la Literatura. La Literatura es una diosa celosa que no permite
contrincantes, es una diosa que se adora no como a un espejo, (aunque lo sea),
sino como a un portentoso numen que puede abandonarnos intempestivamente, para
no volver. El ego hace que el escritor se crea dueño de su talento, y entonces
el talento no es sino algo humano, en cambio, si el escritor adora a la divina
literatura y se le brinda, lo que el escritor produce es algo que viene de otro
mundo…
7.-Ser
demiurgos.
Y en el principio era el verbo, y
el verbo se hizo carne…
El demiurgo es un creador de mundos,
imperfectos, y por ende humanos. El escritor es el dios de sus obsesiones, en
ellas forja sus ficciones. Con su varita mágica gesta, engendra… y es tan
poderoso lo escrito, que del papel hay
un paso a la vida, y un principito
puede encontrar al aviador perdido, que luego se pierde verdaderamente…
Obligatorio: estar consientes del poder
de la palabra. No sólo se crean mundos en el papel, hay un destino para cada
ficción en la vida de los hombres.
7.-
No olvidar los sueños.
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos
los sueños del mundo.
Fernando
Pessoa
No
sé cuántas de estas cabezas se matricularon en Letras porque desean ser
escritores, no sé cuántos deseaban ser maestros, investigadores, críticos
literarios, periodistas, editores, yo no sé, pero ustedes sí que lo saben, y
espero que no hayan olvidado ese primer impulso que los llevó a correr esta
carrera. Porque ese primer impulso es la semilla que espera florecer y darnos
sus flores y sus fresas. Y, si ésta que llamaron en un principio "conferencia
magistral", puede traer de vuelta ese primer estupor con el que observaron
las aulas de Letras, esperando encontrar en ellas las herramientas para la
materialización de su sueño, entonces, que sea por fuera lo que quiera,
conferencia o charla, pero que por dentro detone el canto de la vocación y lo
mantenga álgido y constante hasta su realización definitiva.
8.-
Los libros sagrados.
¡Ah,
que me avienten todo este limo! ¡Ah, que me avienten este señuelo! Sequedad y
superchería de altares… Los libros tristes, innumerables, con sus cantos de
tiza pálida…
Saint John
Perse.
Las
palabras deben ser repatriadas, han sido saqueadas por la voluntad del mercado
y ya no se acuerda nadie de cuán poderosas son sus consonantes. En los textos
rabínicos se habla del nombre de dios como algo impronunciable, sólo conocemos
las vocales de su nombre, el tetragramaton, porque la combinatoria infinita es
dios mismo, que es todo lo que existe, que es todas las palabras juntas, que es
el todo amalgamado, y que por ende es impronunciable por nosotros, limitados al
lenguaje lineal, al de la voz y al de los libros, ya Borges nos contó acerca de
esto con un cuento. Para eso también sirve conocer los libros sagrados, para
que inspiren ficciones que expliquen al hombre el mundo de manera más amena. El
escritor anda tras ese reino… quiere contar de todas las criaturas que
contempla y que imagina, y para contar de ellas, ha de forjarlas con la punta
de su pluma.
9.-
Vivir la literatura, no sólo escribirla.
Susurré:
el recuerdo duele donde quiera que uno lo toque.
Seferis
Fui
escritora tardía, por muchas razones, pero la única que quiero comentar es
porque primero estuve acumulando vida vivida que me diera el soporte para la
vida contada. Y de ahí me viene este consejo:
Se médium de la vida. Escritor, la vida te nutre, te
nutre la vida. Sin ella no hay renglón glorioso, sin las palabras de tu propia
cronología fantástica dictando diálogos que no has logrado establecer con tu
padre, no habrá diálogo que conmueva a tus lectores, primero debes conmoverte
tú mismo… sin tu vida como una raíz arcaica que alimenta al tallo, no hay
ficción que cimbre (y no hablo de escribir biografía, sino de escribir con la
vida). Hasta que sabes estar tras el telón, contemplando a tus actores como a
hijos independientes pero tuyos, hasta entonces, no eres escritor, ni poeta, ni
ensayista, eres un aprendiz en espera de la simiente, apenas entrando al
laberinto. En el laberinto hay muros
infranqueables, pero no hay techo, y el hilo de Ariadna no está en el suelo,
está en los cielos, donde brilla un mapa de estrellas consejeras, el que mira
hacia arriba encuentra su propio rostro observando(se) como observa un dios a
su criatura. Escribimos como una manera de entender… de entendernos.
Pero esto no basta, también hay que amar
verdaderamente a los personajes de ficción, amarlos como a seres vivos, más
vivos que muchos vivos. Pelear por nuestros personajes favoritos, como peleamos
por nuestros seres queridos. Saber de memoria el inicio de nuestro libro de
cabecera, el verso de nuestro poeta favorito, la frase del libro antiguo que
veneramos. Has de tener y entender tus
amores, ésos a los que defiendes por encima de cualquier razón, ésos que
detonan la locura, como a Alonso Quijano le detonaban lo caballero andante los
libros de caballería. Son amores que tienen acta de nacimiento por efectos de
la pasión con que los crees, sólo así tendrás pasión para crear otros seres
semejantes.
10.-
Rezar…
Así
los hombres olvidaron que todas las deidades residen en el corazón humano.
William Blake
Rezarle
constantemente a Cervantes. O al santo que más nos ilumine. Leer en voz baja
nuestros pasajes favoritos, como monjes repitiendo mantas, llevar el Libro de horas a todas horas, como un
pequeño jardín en nuestro bolsillo.
Cada historia es una teología personal,
una filosofía y un fruto.
11.-
El miedo.
Tener
miedo, mucho miedo a usar mal la palabra, pero que el miedo no te inmovilice,
sólo que te prevenga contra al abuso y engreimiento ante los primeros fuegos
artificiales, no te engolosines con el lenguaje, no creas que por saber muchas
y nuevas palabras necesitas colocarlas todas de un tirón en el primer poema que
escribes. Wislawa Szymborska no usa palabras rimbombantes para contar lo que
hay que hacer después de una guerra, usa las palabras barro, cenizas, astilla, cristal,
y con ellas nos lleva de la mano hasta el trágico espectáculo de la posguerra.
Impresiona con la idea y la claridad de tu idea, es una flecha certera y llega
a todos.
No vayas por favor con el escritor que
acabas de conocer mostrando un papel que
acabas de escribir como si fueran los evangelios apócrifos recién descubiertos.
Mejor lee lo que él ha escrito.
Para eso es el miedo, para prevenir
estos abusos.
Pero recuerda, no le des tampoco tanta
fuerza al miedo, que no te apague cuando tengas una idea.
El miedo a escribir es un buen
síntoma... te estás dando cuenta de que el reino de la escritura es muy
especial y, no te prometo que lo perderás en automático, no se pierde nunca, se
va venciendo y controlando, es un aliado que no nos permite tomar a la ligera
la palabra; es un amigo con apariencia medio monstruosa, pero es un buen amigo
cuando sabemos ponerlo en su lugar.
12.-
Estar dispuestos a ser hechiceros y exorcistas.
¿Qué
es un exorcismo?, no me refiero a lo que sucede en la película El exorcista, me refiero a que tus
palabras sean tan poderosas que puedan de tajo romper con un mal hechizo
largamente instalado en la vida; digámoslo con palabras más científicas, un
psicólogo, un psicoanalista rompe hechizos, un escritor también, los rompe o
los crea.
Y,
hablando de estas cosas, hay otro "mago" del que quiero hablar: John
Dee, conocido en el medio ocultista por haber interpretado el lenguaje de los
ángeles: el enoquiano… Hoy algunos sugieren que éste no era sino un código que
Dee utilizaba para transmitir mensajes desde el extranjero a la reina Isabel en
su supuesta condición de miembro fundador de la Servicio Secreto Inglés. La palabra ángel lleva en sus entrañas el
concepto de "mensajero", el escritor ha de vivir intentando unificar
esos dos mundos, el literal y el imaginario. La realidad y la fantasía, dos
mundos que se tocan. A eso se refieren -los que saben- con hechizo, o
exorcismo.
13.-Asistir
a lugares sagrados.
Aunque
esté escondido en todas las cosas, su Alma no reluce; sólo es visto por quien
tiene vista sutil y un intelecto sutil.
Katha Upanishad,
3:12
Lugares
sagrados… Estamos ahora mismo en uno, en un santuario, nos dijeron que es una
universidad, pero… debo revelarles que es un santuario, un reino sacro, tremendamente poderoso, un
ateneo donde se citan magos y aprendices. La palabra mago (que tiene poderes,
que sabe usarlos) ha sido despojada de su linaje, vestida con los ecos de la
modernidad y ya no nos impresiona, incluso llega a sonar ingenua si no sabes al
lado de qué palabras colocarla, y más si ya te sientes adulto y la magia parece
pertenecerle a tu infancia, o a tus hijos... qué dilema, con palabras como ésa los
intelectuales nos pueden expulsar del Edén, pero ¿quién quiere el Edén cuando
tenemos la palabra para crear mundos a la medida de un sueño, un deseo o una
obsesión? Hemos sido arrojados a la realidad con nuestra desnudez y nuestra palabra
prístina. Pero no nos quitaron ni el aliento ni la voz (aunque intentan
quitarnos el discernimiento). Ojalá comprendamos esta gracia, ¿y quiénes más aptos
para entenderlo que ustedes?, los que estudian Letras ¿qué creen que estudian?
en mi gramática de la ficción ustedes
estudian hechizos para contener un mundo en una hoja de papel, ahora en un
recuadro electrónico, o para interpretar cómo hicieron los grandes autores de
la Literatura Universal para que perduraran sus sortilegios. Estudian a los magnos
nigromantes, cada aula tiene la posibilidad de ser mucho más de lo que anida entre
sus muros, Letras… así decimos de esta carrera, "estudio Letras",
para los cabalistas las letras eran túneles por donde penetrar hacia la
materia, y desde ahí construirla, reconstruirla, alterarla, revolucionarla, recrearla.
Pero muchos no lo comprenden cabalmente. Se acercan a las letras ya sin el
asombro, como niños muy acostumbrados al vuelo de las mariposas, tan
acostumbrados que no les han visto el rostro. Les aseguro, las mariposas son
niñas felices.
Aprovechen
este espacio de estudios como un mapa, no como un cepo. La academia guarda con
celo la tradición, y esta es una heredad espléndida, pero cuidado, no la dejen
como reina absoluta de sus proyectos, la creatividad es un sistema mental que
salva todos los abismos. Quedarnos en la periferia de la creatividad nos exilia
del linaje, y quedarnos en la tradición nos limita a vivir en el coto de un
pasado glorioso, ciegos al devenir de un mundo que como nube no es nunca una
forma fija. Tomemos lo mejor de los dos mundos. Y, aunque aquí aprenden a
entregar tareas, el ocio es una virtud que debe cultivar el escritor, está bien
la disciplina, el trabajo, pero también el ocio... Cuentan que Cervantes
asistió en Italia a la Academia de los ociosos... Los filósofos griegos
pensaban del ocio que no sólo era bueno sino necesario para la reflexión y la
gestación de sus ideas.
13
(A)
Juega.
Escribir
es un juego, un juego muy serio, tan serio que debes cuidar ante todo que nunca
deje de divertirte. Encuentra siempre gozo en el desvelo. Cuando jugamos no
pasa el tiempo, juega incansablemente y haz de este oficio un reino a tu medida
donde seas el rey, el príncipe, el verdugo, el caballero, la princesa y todos
los vasallos de tu pluma.
Diviértete y no pienses en ganar un
premio, no hay galardón más delicioso que el punto final en una historia
escrita con la sangre de tu alma.
Juega,
y no respetes más que tus propias reglas. Disfruta del cansancio y el
dolor hasta las lágrimas, que en esta vocación la felicidad se encuentra cuando
tus ojos y los de tu personaje se miran hondamente… o a la vuelta de un verso,
o en el diálogo más logrado de tu pluma.
Epílogo
Superarte
siempre a ti mismo.
Y,
si ya hiciste algo bien, no te quedes ahí nunca. Sigue buscando nuevas maneras
de decir diciendo, propón renovadas estructuras para embobinar la vida,
costuras en telares de géneros diversos. Párate en otros ángulos, ésos que
otros no han detectado, y desde ahí hurta el milagro, atisba el hogar que no ve
Dios ni sus ministros. Busca incansablemente el árbol del que nadie sabe nada,
y que espera impertérrito ser descubierto junto con las filacterias que lo
nombran.
Puedes cambiar de opinión, como
Wittgenstein, o como Elena Garro, que al final de su vida reconoció que le
hubiera gustado haber escrito otros finales a sus cuentos, tal vez así hubiera
ella podido vivir otro final… Sí, no te quedes quieto nunca, ni en el sí, ni en
el no… sube al péndulo y que lata como un corazón agitado, llevándote de un
extremo a otro de la vida… siempre creciendo en renglones, hasta que pongas el
punto definitivo y vayas a sembrar tus flores en el jardín del sol.
Guadalajara,
Jalisco, 30 septiembre 2016
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