Por Yolanda Ramírez Míchel
(Artículo aparecido en el suplemento Ocio del periódico Milenio en el mes de agosto).
Los libros van siendo el único lugar de la
casa donde todavía se puede estar tranquilo.
Julio Cortázar
Hace cincuenta años el 28 de junio de 1963, en medio de una Latinoamérica convulsa, apareció una obra que pretendía darle una vuelta de tuerca a la manera de leer una novela. Bautizada por su autor, Julio Cortázar, con el nombre de un juego de niños, Rayuela, vio la luz bajo el sello de Ed. Sudamericana, y vendió 5.000 ejemplares en el primer año. El público lector aceptó con gusto el juego propuesto en la primera página: “A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros, el lector queda invitado a elegir una de las dos posibilidades…” (avanzada la novela nos damos cuenta de que podríamos ciertamente leerlo de muchas otras maneras… ); y es que esta primera libertad, la de elegir entre una u otra opción de lectura, entre el tradicional seguimiento lineal o el aparente desorden, llegó en un momento histórico propicio, la libertad estaba alzando sus banderas en todos los frentes de Latinoamérica, y los jóvenes escritores estaban desafiando los convencionalismos generando el Boom Latinoamericano (movimiento literario que trascendió las fronteras). Así, después de estas primeras palabras en la primera página, aparece un tablero de direcciones para que sigas, si es tu elección, una de las dos propuestas,
...en este "tablero de direcciones" está sugerido un determinado orden de lectura, ¡pero... este supuesto orden no es sino un caos! Y es que iniciamos en el capítulo 73 para pasar al 1 seguir con el 2 y luego saltar hasta el 116, y así, en saltos de rana bohemia el autor nos lleva por una rueda de la fortuna donde se despliegan personajes que terminamos amando entrañablemente, juegos de palabras, ortografía a la medida de la búsqueda existencial, trampas para el lector flojo, y personajes que pronuncian frases inolvidables: “para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos” o rotundas sentencias sobre el amor: “Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al vesre. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.”
Una vez
inmersos en el sugerido “desorden de lectura” nos damos cuenta de que Cortázar
trata de simular esa vida interior, esa cronología de lo intangible que
llevamos dentro, y según las palabras del propio autor así fue como nace
Rayuela: Cortázar cuenta en “La
fascinación de las palabras”, que: “escribía
largos pasajes de Rayuela sin tener la menor idea de dónde se iban a ubicar y a
qué respondían en el fondo (...) Fue una especie de inventar en el mismo
momento de escribir, sin adelantarme nunca a lo que yo podía ver en ese momento".
Pero, de este tipo de caos surgieron los mundos ¿no? Y si decidimos aceptar el
reto de Cortázar y leer en ese vertiginoso salto de acá para allá, terminamos
descubriendo que dentro de todo aparente estado de caos existe un orden que se
manifiesta, pero no es ese orden externo que se busca siempre con la razón,
sino ese orden interno que “es siempre
otra cosa” algo que no logramos concretar porque es íntimamente humano.
Hoy,
Rayuela sigue tan vigente como cuando nació. Sigue generando exclamaciones de
gozo la lectura de el capítulo 7: “toco
tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera
de mi mano…”. Es ante todo una historia de amor. Un repertorio de autores,
músicos, pintores, filósofos, poetas, artistas… y tanto más. Es un mundo salido
del Big Bang que comenzó con un lápiz sobre el papel, cuando Cortázar colocó la
primera letra y todo explotó…
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