Hay personas cuyas palabras manchan el mundo, donde ponen su voz
se derrama un pantano. A esas personas yo las llamaría ogros...
YRM
Lobito.
Lobito nació y fue tocado por la luna, su madre lo
miró y comprendió que había nacido un ser de luz. Y sí, para su madre lobito
fue una estrella, una gota de agua en el desierto, aire fresco. Pero lobito no
tenía un padre que lo comprendiera del todo, tenía un padre ciego a la belleza
de lobito. Era un ogro. Los ogros son criaturas que nacen en la violencia y
dejan que su corazón se seque, no lo cuidan ni protegen, ni buscan salir de la
violencia en que nacieron, se van acostumbrando a la violencia a fuerza de
volverse violentos, y un día dejan de sentir el dolor, pero también dejan de
sentir el amor… los lobos también nacen en la violencia pero guardan su corazón
en un cofre con lágrimas para que no se seque, se vuelven sabios conforme dejan
que la luna los consuele. Al corazón de lobito a fuerza de tanto riego, le
salieron raíces y dio frutos, al corazón del ogro, seco por falta de llanto
desde su infancia, le salieron escamas. Se convirtió en un corazón astado, y
quien estaba cerca irremediablemente salía herido.
Sin
embargo, lobito lo amaba, lo amaba porque era su padre; y es que lobito, tan
sabio, sabía que el amor le hace bien al amador más que al amado, aunque
parezca lo contrario. Y cuando su madre y él, obligados por el instinto de
supervivencia, se alejaron del ogro, lobito no guardó rencores, siguió amando.
Y
así, lobito, lejos del ogro, pudo desarrollar todo su potencial, pudo ser
diferente gracias a que no había quién se lo impidiera, quién lo juzgara, quien
lo criticara. Y es que su madre también era un ser del bosque, una hembra libre
que un día se enamoró de un ogro, y vivió esclava por amor hasta que vio que
esa esclavitud la estaba matando, y si ella se moría quién cuidaría de
lobito... entonces dejó al ogro, aunque casi se le rompe el corazón. Si no
fuera por lobito, que llenó de luz su vida, quién sabe qué hubiera sido de ella.
Y
lobito, que había nacido en la violencia cuando sus padres estaban juntos,
vivió en la paz cuando sus padres se separaron. Hubo problemas, claro, los
lobos no tienen casa, y deben conseguir su alimento con dificultad, y la gente
les teme por esa habilidad de andar en lo oscuro, no los conocen en realidad. Y
lobito no tenía ni mucha ni bonita ropa, ni mucha comida tampoco, ni vacaciones
en lugares caros (de hecho no tenía casi nunca vacaciones porque su madre debía
conseguir alimento a diario y si se daban vacaciones se morían). Pero en medio
de estas dificultades había paz, la paz de saber que podría ser lobo a sus
anchas.
Y
dejó que sus cabellos crecieran, libres; dejó que sus ropas salvajes lo
distinguieran de los borregos que llevaban marcas, y si había algún dolor en su
corazón por la perdida de aquel hogar original usaba la música para
desahogarse. Sin embargo, la única música que lo aliviaba estaba llena de
estruendo, era un reflejo de todas sus tormentas. Y vista desde la distancia
parece oscura, y a muchos asusta por sus notas de inframundo (donde revientan
las semillas), esa música, de esencia semejante a la carta más temida del
Tarot, fue un reino seguro donde se refugió lobito.
(Si juzgamos a los demás por las apariencias habrá que
cuidarnos mucho de los parámetros que nos sirven para determinar si algo está
bien o no. Porque los parámetros pueden ser un equívoco, y podrían hacernos ver
a Jesús como un bandido y a Hitler como un respetable ciudadano, digo, si es
que nos quedamos con las apariencias externas de orden y no con las esencias de
bien. Esto siempre ha sido complicado para el ser humano, porque se deja guiar
por el exterior que siempre está más a la mano y facilita mucho las cosas, el
exterior está ahí y es algo tangible. Pero no es un signo claro ni
determinante, se confía en el exterior por las veces que es un reflejo del
interior, pero hay otras ocasiones en que es una máscara, o un escudo protector
para que la gente no se acerque, o un golpe de gracia y originalidad. Así que
el exterior tiende a generar confusiones. Si nos diéramos el tiempo de leer
bien a bien los signos del exterior, el mundo sería distinto. Si
esperáramos a platicar con el chico greñudo tal vez descubriríamos otro
Einstein, si no entregáramos tan rápido la confianza al pulcro y aristocrático galán
tal vez evitaríamos decepciones.)
Quienes
se han dado el tiempo para escuchar a lobito lo admiran, quienes lo rechazan
por su cabello largo y sus pantalones rotos se la pierden. Su madre y sus
hermanos lobos aman a lobito, y lo admiran, porque entre la misma manada lobito
se destaca, sabe hablar con la luna, y ella le contesta, y cuando alguien
necesita un consejo que venga directo de las estrellas, lobito se lo trasmite.
Y no sólo la manada ama a lobito, lo aman los demás seres del bosque, tiene
muchos seguidores, no necesariamente de su edad, lobos de su edad hay pocos. Y
uno cree que eso debería bastarle a lobito para ser feliz, pero no, lobito
insiste en ir al castillo de su padre, asomarse por los muros donde se escuchan
los acordes del órgano y los rezos de los ogros antes de comer a sus víctimas.
El
amor a su padre es más fuerte que su miedo, (sí, lobito le tiene miedo a su
padre, no puede hablar con él de lo que siente, la única vez que lo hizo salió
herido). Pero el amor sigue siendo más fuerte que el miedo, afortunadamente, y
eso lo hace dejar de vez en cuando su hogar en el bosque para ir a visitar el castillo.
Hasta
aquel fatídico día en que fue tan trágicamente lastimado...
Fragmento
Yo conozco a ese lobito y lo admiro, igual que a su madre, ser del bosque. Lobito es sabio: sólo el amor puede curar las heridas y restaurar un corazon escamoso. A veces es necesario el sacrificio del dolor ajeno para que esa transformación se de...pero se dará.
ResponderEliminarUn beso para estos dos seres de luz, que están ayudando a iluminar el mundo.
Querida Ale. Tus palabras siempre son proteína para el alma, tan necesarias... tan alentadoras, tan acompañantes.
EliminarGracias.