lunes, 26 de diciembre de 2011

Simbolismo del escudo nacional mexicano, y más...


Más, ¡ay, es sólo un espectáculo!
¿Por dónde te asiré naturaleza infinita?
Goethe

¡Nuestro escudo nacional: símbolo iniciático universal! 
Una alada criatura, emblema de lo celeste, somete a la serpiente, animal asociado al inframundo.  Simbad el marino, antecesor de Odiseo, de Marco Polo y de todos los exploradores -históricos o míticos- encuentra en uno de sus viajes un gran pájaro que devora serpientes, es uno de los pasajes más importantes porque llevan al héroe hasta un tesoro.  Los alquimistas también exponen cuestiones filosóficas con estos elementos, sus dibujos son la escritura del inconsciente que revela, sin racionalizar, las aventuras interiores.


Los griegos, por otro lado, también nos han legado imágenes con este simbolismo: las dos serpientes entrelazadas del caduceo son el reflejo del equilibrio entre fuerzas antagónicas. Además, representan el eterno movimiento cósmico, base de regeneración y de infinito. Aunque en este caso las alas no pertenecen a un personaje antagonista de la serpiente, sino que  expresan la rapidez con la que el mensajero de los dioses se movía de un lugar a otro.


Horus, importante  dios de la mitología egipcia, fue representado como un halcón, y, como símbolo del héroe solar, derrotaba a diario a la serpiente Apofis, la oscuridad. En algunas regiones se le consideraba iniciador de la civilización en Egipto, ¡cuánta semejanza con el augurio sobre la fundación de Tenochtitlán!
¡Vaya, en el imperio romano bizantino existía ya un símbolo muy similar al de nuestro escudo!


La India tiene a Garuda, pájaro mítico, considerado un dios menor (o semidiós) en el hinduismo y en el budismo. Generalmente su icono es el de un águila gigante y antropomorfa: cuerpo humano de color dorado, rostro blanco, pico de águila y grandes alas rojas. Es jefe de la raza de las aves y enemigo de la raza de las serpientes… 



El águila que devora una serpiente es tan antigua como los inicios de la civilización. En Sumeria, hace cinco mil años, el héroe Marduk,  símbolo del nuevo orden, representado en ocasiones como un personaje con alas, derrotaba a la que antaño se consideró la diosa suprema, una serpiente.
En todas estas versiones que reúnen un personaje alado y una serpiente, hay expresiones universales que debemos interpretar desde un sistema mítico y no literal. Todo parece indicar que las primeras palabras nacieron como onomatopeyas (reproducciones fonéticas de los sonidos de la naturaleza), y de la misma manera que la palabra hablada nació a partir de esa reproducción de la realidad percibida por el oído, la escritura intentó al principio reproducir "la palabra de la naturaleza", y lo hace con lo que yo llamaría "onomatopeyas simbólicas visuales", me explico: el hombre veía la naturaleza, esta le hablaba a su espíritu y de ahí salía el código: imágenes con significado muy complejos, significados derivados de la misma entraña de la vida natural, palabras nacidas de las características de cada ser vivo en el entorno humano, de cada paisaje, planta, animal, todo lo que lo rodeaba. El alfabeto del mundo se desplegó en un abanico exuberante de formas que le entregaban al hombre sus significantes prístinos. Así, el lenguaje es al principio el espejo sonoro de la naturaleza, y la escritura, el espejo pictórico de la vida natural, que hablaba con sus propias palabras simbólicas y profundas. Hoy nuestra escritura está ya  muy lejos de esa relación debido al sistema fonético de nuestro alfabeto , totalmente descontextualizado de la naturaleza y el mundo. Por eso es que los símbolos, aunque conservan su poder, nos resultan herméticos y misteriosos. Este recorrido intenta mostrar cómo esa imagen que ondea con el viento en nuestro lábaro patrio es un código universal que simboliza del triunfo de un poder sobre otro.
En la religión cristiana la serpiente debe ser derrotada, como en Egipto, Mesopotamia, Grecia, América, Europa, etc. La mitología es mediadora de las verdades interiores y las formas externas que la reproducen, herramienta original para narrar las aventuras del hombre. Un águila es la palabra celeste, una serpiente la terrenal, o incluso infernal, pues recorre las entrañas de la tierra (la connotación negativa surge a partir de las posturas dominantes, durante milenios la serpiente fue considerada divina, la tierra y la naturaleza con todos sus misterios y alquimias interiores era sagrada). El águila y la serpiente son dos palabras de la naturaleza, onomatopéyicas en sentido simbólico, es decir que reproducen con eco de vida animal su relación con las experiencias humanas: al ver un animal éste nos remite a su esencia, accedemos en automático a su entorno, nos permeamos de su contexto. Digamos que hablan sin hablar, son y ya. En sí mismos contienen reminiscencias, ecos, pautas de conducta, son mucho más abarcantes que la palabra misma que los designa.

El águila devorando una serpiente tiene otras lecturas cuando nos llamamos ciudadanos del mundo, ya no habla sólo de México o los mexicanos, ni de una leyenda fundacional, habla del hombre, de un sistema celeste que domina a uno terrenal, o de una vinculación del mismo… de cómo demonizamos la otredad, del triunfo de unos sobre otros, del cambio de poderes, de los procesos alquímicos, espirituales, herméticos. Los misterios del águila y la serpiente están ahí para los exploradores valientes que se animan a la indagación profunda de las esencias de la vida.

Yolanda Ramírez Michel

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