Conferencia impartida el 25 de abril en en el Centro Universitario CUCSH, en la Universidad de Guadalajara, durante el marco del primer Encuentro Regional entre Escritores y Editoriales
En el video la conferencia en vivo.
Aquí la conferencia completa:
El mundo de lo sublime quiere nuestra visión, no nuestra ciencia.
Victor Hugo
Pedro me
invitó para hablarles de mi trayectoria, pero más que esa trayectoria que se
cuenta por número de libros publicados, me importa hablarles de la que se
refleja por el número de lectores y amigos que los libros nos regalan. Por el
número de maestros que nos han alentado, como la maestra Lavinia, a mi lado,
que presentó en La casa de los perros
mi primer libro.
Puedo darles
consejos para que las editoriales los atiendan, y me sé bien el entramado de
ese mundo, pero esos consejos no son los que los llevarán hasta el reino a
donde quisieron llegar los inmortales
de los que habla El lobo estepario; inmortales,
porque además de que siguen vivos, hablan de un reino que no se deja vencer por
ningún arma, y nacen cada vez que sienten un nuevo aliento sobre sus páginas.
Ese aliento que, si la página fuera de cristal, empañaría…
Gracias, Pedro, por la invitación, desde que te conocí intuí,
(intuir es un saber más hondo), que habías quedado irremediablemente cautivado
por este mundo. Gracias maestra Lavinia, por aquel gesto de confianza hace varios
años, en el 2005 al presentar mi libro, y por seguir viva en el cariño a los
alumnos, y por seguir siendo inspiración. Gracias a los organizadores que dejan
horas de sueño o diversión por dar vida a estos espacios, y gracias a esta Alma
Mater que alberga tantos sueños.
Comencemos con un enigma
Y el hombre que tenía la ciencia del libro dijo las palabras
mágicas y trajo con ellas hasta Salomón, lo que Salomón quiso. "Antes de
que la mirada vuelva a ti yo habré traído hasta aquí lo que desee tu
corazón".
¿De qué trata este hechizo? ¿De qué habla?
El libro, la literatura, ambos son los destinatarios de este
hechizo. Cuando la mirada está "ahí", es posible lo imposible, en ese
"ahí" sólo estamos limitados por el alcance de nuestra imaginación,
por la suma de imposibles que ésta puede contener y… cuando salimos de "ahí",
volvemos al mundo real, aunque a nuestro lado descanse una rosa que no sea de
este mundo…
¿A dónde ha ido nuestra mirada interior cuando estuvimos ahí?
La pregunta es fundamental, porque de esto se trata ese "ver", que no
es el ver de los ojos que leen, sino de los ojos que siguen la figura trazada
más allá… es la mirada INTERIOR; ¿a dónde vamos? y no me refiero a los sitios
mencionados… me refiero a esa dimensión psíquica. ¿A dónde vamos?, ¿en
dónde estamos cuando estamos ahí?, ¿dónde o qué es ese ahí? Ese ahí es una
arquitectura psíquica, formada por estructuras míticas, apoyo para la neurogénesis,
es decir la generación o regeneración de estructuras de apoyo a la lectura
holística, (recordar que lectura no implica sólo el seguimiento de palabras en
un texto, se lee de muchos modos).
Aclaremos,
aunque
aquí vean un despliegue de libros, la literatura NO ES UN LIBRO, el libro es el
soporte de algo más, algo más vivo, pero inasible. El libro la manifiesta, nos
lleva a ello, pero no es ello, la literatura es una dimensión imaginaria,
a la cual llegamos mediante la lectura, pero no esa lectura escolar de
repetición merolica, sino esa lectura holística de la palabra como huella de la
vida. ¿Porque somos demasiado exteriores creemos que todo lo demás es sólo
exterior? Curioso enigma que creemos responder armados con razones, cuando la
razón es más un distractor de lo vital.
Mi recomendación para entender de qué va esto es,
ir a la tierra
de los sueños, los caóticos sueños que asaltan nuestra almohada por las noches,
y los aparentemente ordenados sueños que anida nuestra cabeza durante la
vigilia, somos sueños, y nos alimentamos de sueños, y la vida es sueño… la
salud de nuestros sueños determina la salud de nuestros signos vitales, si
enferman mis sueños, enferma mi vida, si enferman los sueños del mundo…
Pues bien,
la literatura es un sueño universal conformado por los sueños de todos los
soñadores, es personal y universal. Habrá que cuidar ese sueño, que no enferme,
que sepamos apreciar el cielo de Dante, y no sólo su infierno…
¿Y cómo hacerlo, cómo entrar ahí, con qué contraseña?,
esta
dimensión de la que hablamos cuando de este tema hablamos es una dimensión a la
que nos acercamos armados de palabras, porque las palabras nos aclaran un poco
la bruma… pero cuidado… Que las palabras no se conviertan en dioses, que no
devengan en ídolos, que no estorben el verdadero camino, están ahí para no
revelar. Son sombra platónica, que insinúa una realidad mayor, la verdadera
palabra se comprende sin palabras. Tal vez por eso entre los eruditos abundan
los asesinos del sentido.
El punto aquí es…
Comprender lo incomprensible de una manera NO COMPRENSIBLE. Cualquier
explicación racional habrá asesinado la sustancia que anida "ahí", cualquier
intento de coherencia dejará de lado la coherencia última y verdadera, la del
reino del que venimos y hacia el que vamos, un reino que tratamos de alcanzar,
pero nunca alcanzamos.
Una advertencia,
sucede que así como enferman los
sueños, enferman las palabras, no sé decirles cuál enferma primero, sé que
están en un beso contagioso y constante, y si alguno lleva el virus primero,
poco importa porque se besan sin culparse. Pero igual enferman, los sueños, las
palabras… y eso porque padecemos no sólo contaminación ambiental, sino una más
peligrosa, una que amenaza la patria interior, el sentido, la guarida… esa
contaminación nos vulnera ahí donde deberíamos ser invulnerables. Igual que un
derrame de petróleo vulnera a las criaturas marinas, así nos vulnera la palabra
que enferma. Y vamos por ahí lanzando el virus, creyendo que hablar a la ligera,
escribir a la ligera no afecta nada, y lo afecta todo, las palabras son
semillas, SON, y no estoy utilizando una metáfora. ¡Somos naturaleza!, y como
la naturaleza que por todos lados brota sus margaritas, así nosotros por donde
andamos regamos las palabras, y caen sobre la tierra, y las riegan las
lágrimas, y florecen, y dan frutos dulces, o amargos… pero creemos que las
palabras son artículos, preposiciones, adjetivos, sustantivos… y no, así han
sido clasificadas por nuestro ordenador mental, pero son más… son NATURALEZA,
nacieron de la naturaleza, brotaron como flores, y fueron un día prístinas,
contenedoras de mitos, una sola palabra bastaba para sanar la historia. Incluso
las palabras eran visibles, realmente visibles…, la libertad andaba volando
sobre los cielos, y TODOS PODÍAN LEERLA. Hoy sólo los eruditos pretenden
comprender el lenguaje cuasi sacerdotal de la literatura. Y se alejan de lo que
ella ES, y alejan a los demás de ese gran vergel psíquico.
Cuando la palabra sea también naturaleza integraremos lo que
hondamente somos, aquello que estudiamos como fondo y forma será en efecto una
moneda con dos caras unidas en el giro de la apuesta. Entonces dejaremos de
estar escindidos, comprenderemos que, lo que sucede afuera, sucede adentro, y
aún más, lo que escribimos sucede…
No sé si por eso o por alguna causa que late y no quiere más
que ser latencia, he llamado a esta charla "lo que la vida le hace a la
palabra, y la palabra a la vida", porque yo he constatado que escribir
sobre el papel es escribir sobre la vida, no quiero decir acerca de la vida,
quiero decir literalmente sobre la vida, y así vamos tachando posibilidades.
Para ejemplificar esto me gustaría hablar de algunos de mis
libros, cada uno de ellos lleva en su gestación una razón natural, tan natural
como las estaciones, que nos llevan por la vida de la primavera al invierno… de
un género literario a otro. Yo no he querido especializarme en ningún género,
he querido fluir como las estaciones por el género literario que requiera mi
semilla interior, y es que siento que los géneros literarios, aunque ahora sean
una especie de ciencia, nacieron de la VIDA, y se escribe desde la vida,
utilizamos el género que mejor la exprese en cada circunstancia, es una
necesidad de dentro hacia afuera, es la urgencia de la manifestación que
atraviesa el asfalto de esta realidad encorsetada.
El hombre es una puerta por donde pretende atravesar toda la
realidad, es una puerta demasiado estrecha. Con la literatura la ensanchamos.
Escribir es encantar, escribir es un método efectivo para apoderarnos de la
palabra viviente.
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