domingo, 7 de diciembre de 2014

De la escritura, para los que escriben:



"Aquí en el convento, cada una tiene su penitencia, su modo de ganarse la salvación eterna. A mí me ha tocado ésta de escribir historias: es dura, muy dura. Fuera está el soleado verano, del valle llegan voces, y un correr de agua. Mi celda está arriba y desde el ventanuco veo un recodo del río, jóvenes villanos desnudos que se bañan, y más allá, tras un grupo de sauces, muchachas que bajan también a bañarse, tras quitarse los vestidos. Uno, nadando bajo el agua, se ha asomado ahora a verlas y ellas lo indican con gritos. Podría estar allí yo también, y en pandilla, con jóvenes de mi clase, y sirvientes y fámulos. Pero nuestra santa vocación quiere que se anteponga a los caducos goces del mundo algo que luego queda. Que queda, si es que este libro y todos nuestros actos de piedad, realizados con corazones de ceniza, no son ya también cenizas... más cenizas que los actos sensuales realizados allá en el río, trepidantes de vida y que se propagan como círculos en el agua... Ponerse a escribir con ahínco no evita que llegue una hora en que la pluma sólo rasca polvorienta tinta, y no discurre ya ni una gota de vida, y la vida está toda afuera, fuera de la ventana, fuera de ti, y te parece que nunca más podrás refugiarte en la página que escribes, abrir otro mundo, dar el salto. Quizá sea mejor así, quizá cuando escribías con gozo no era ni milagro ni gracia, era pecado, idolatría, soberbia. ¿Estoy ahora libre de ellos? No, el escribir no me ha cambiado para bien; sólo he consumido un poco de ansia e inconsciente juventud. ¿Qué me valdrán estas páginas descontentas? El libro, el voto, no valdrá más de lo que tú vales. No está dicho que se salve el alma escribiendo. Escribes, escribes, y tu alma está ya perdida.

Fragmento de "El caballero inexistente" de Italo Calvino.




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