jueves, 27 de diciembre de 2012

Bitácoras de una maestra que lee


Bitácora de una maestra despedida por usar el salón de clase para contar cuentos.


Ilustración de Mima Castro para el libro La Maestra Milagros


Algunas veces las mejores intenciones son contraproducentes. Sobre todo cuando en un colegio existen autoridades que desean números más que transformaciones interiores. Sucedió que luego de cumplir un semestre enseñando Literatura Universal, la coordinadora pensó que el entusiasmo que manifestaban los chicos era sospechoso, tal vez algo sucedía en las clases, algo inconveniente. Y sí, utilicé las horas de Literatura para narrar el poema épico de Gilgamésh, 
Ilustración de Mima Castro para el libro La Maestra Milagros
...algunos capítulos del Mahabharata, mitos griegos y hebreos, La Iliada, La Odisea. 

Ilustración de Mima Castro para el libro La Maestra Milagros

Ellos no leían en clase, sólo escuchaban, se emocionaban con las aventuras al grado que cualquier interrupción era acallada por un unánime: shhhh, dejen que siga contando… Algunas veces era tan bello lo que estaba escrito que yo detenía mi narración oral para leer directo del libro, era como si pronunciara una fórmula mágica, los chicos contenían el aliento cuando recitaba impecables versos que parecían venir de muy lejos. La canción de los Nibelungos fue un éxito rotundo. En  el breve reporte que pedí a fin de que la coordinadora tuviera evidencias tangibles de lo que sucedía en el salón, se pueden leer las palabras de Ciro:
“Hechizó el cuento, hechizó la imaginación, hechizó tus palabras, maestra, hechizó a mis compañeros de clase, me hechizó a mí, hechizó nuestro canto interno […] mientras la historia trascurría mis compañeros se mudaban de disfraz, y de máscaras, cambiaban […] algunos echaban fuego, otro se bañaba en sangre de dragón, otros se convertían en guerreros que tomaban el  lápiz, parecía que levantaban la espada […]”
Ilustración de Mima Castro para el libro La Maestra Milagros

O las palabras en un ensayo de Joss:
“De repente toda mi atención estaba en la historia que nos contaba la maestra”.
O el comentario de Jazz:
“Uno de los mejores dúos, la tinta y el papel… una maravillosa historia que logró hacerme sentir a mil por hora…”.
A continuación transcribo un fragmento del reporte que pedí a  Víctor (quien por cierto faltó el día que narré La canción de los Nibelungos):
“Me decepcionó mucho el no haber asistido a la clase en que la historia fue contada, cuando empecé a escuchar a mis compañeros hablar sobe la historia me dije: ¡tengo que leerla!”.
Sin embargo, cuando un director académico desea por encima de todo números computables, respuestas literales,  antes que procesos íntimos,  al promotor de lectura sólo le queda esperar que la semilla un día asome su tallo al sol…

Ilustración de Mima Castro para el libro La Maestra Milagros
Nota: la carta de la última ilustración ¡es una carta real! 

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