martes, 31 de enero de 2012

1984, un mundo sin palabras.

1984, un mundo sin palabras
De la novela de Georges Orwell, 1984.

Dentro de cincuenta años los diccionarios se habrán convertido en simples panfletos de escasas 30 páginas, o algo así. Los sinónimos serán obsoletos, los verbos que implican dificultad al conjugarse desaparecerán (y no habrá ya palabras para referir dicha acción), la gramática se simplificará al grado de eliminar artículos, preposiciones, pronombres y otras complicaciones del lenguaje. Será suficiente conocer los términos elementales… daré un ejemplo: la palabra bueno será suficiente para abarcar una amplia gama de potenciales connotaciones positivas, eliminando  todos sus sinónimos. Ahora que, al darse el caso de que la palabra en cuestión no expresara el “grado” que nuestra intención desea, se le puede añadir el prefijo plus: plus bueno, por ejemplo; y si esto aún resulta insuficiente se añaden múltiplos, en serie ascendente, hasta lograr el valor exacto para la expresión: doble plus bueno, triple plus bueno... Si por el contrario, deseamos hablar de malo ya no será necesario aprender otra palabra pues bastará utilizar el prefijo anti: anti bueno, anti triple plus bueno... simplificaciones que evitarán el desgaste mental.
Ah, eso no es todo, también se eliminarán vocablos que provoquen conflictos, como la palabra "libertad", término harto polémico. Esta palabra será utilizada sólo para expresar en su forma objetiva la privación material de una posibilidad, ejemplo: el perro está "libre" de su correa....
Imagen de Ana Elena Balbusso
Si has llegado hasta este punto de la lectura y te muestras encantado con las modificaciones que se proyectan, déjame advertirte que utilizamos las palabras para ordenar nuestro pensamiento, nos valemos de palabras para dar secuencia y coherencia a los conceptos con los que nos explicamos la vida con sus circunstancias. ¿Qué haríamos sin las palabras?, ¿cómo explicarnos el mundo y su entorno, cómo entender lo humano sin la palabra?
Afortunadamente todo esto es real sólo en 1984, novela de George Orwell, en donde un país es víctima de un régimen totalitario que se vale de este tipo de métodos para someter al pueblo. Sin embargo, depende de nosotros que esto sólo sea ficción, y que nuestra lengua continúe vigente con su grandeza y peculiaridad. Perderla es perdernos, es desperdiciar la facultad superior de la humanidad para nombrar y con ello dar vida. Al eliminar palabras, o desconocerlas, asesinamos el sentido y significado de varios conceptos que explican el mundo que nos rodea.
Todo esto viene al caso a raíz del mensaje que propone la mencionada novela que inspiró el programa de “Big Brother”, mismo que tomó de la obra de Orwell sólo el detalle de la enorme pantalla que vigila con un ojo. En la novela los ciudadanos son custodiados, igual que los conejillos de indias del programa,  con la  siguiente leyenda: “el gran hermano te vigila”.  Lástima que lo que ahora sabe la mayoría sobre El gran hermano es que fue un programa de alto rating, y no que es el centro del dramático mensaje de un mundo sometido a constante vigilancia, maquiavélica manipulación y fatal pérdida de la libertad.


Hoy, el gran hermano nos vigila de nuevo... ahora con nuevas tecnologías. 


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