Texto acerca de Crónicas de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez, leído en el marco de las lecturas de otoño en Guadalajara, Jalisco (2014).
Si en esas lejanías del Trópico se castigara como delito la no asistencia a persona en peligro, habría que meter a la cárcel a todo el pueblo, incluidos el cura y el alcalde.
Santiago Gamboa
Ay, la bendita manía de contar. Y la nuestra, de leer lo que
otros cuentan, o de andar por ahí, por aquí mismo, ahora, averiguando lo que
unos dirán (nosotros) de lo que otros contaron (el Gabo). Sin la literatura, sin
esto que damos en llamar literatura, -que no es otra cosa sino la "formalización" de esta manía del género homo sapiens de contar-, sin ella, ¿desde qué otra atalaya
nos lanzaríamos a contemplar la naturaleza humana? a contemplarnos…
El Gabo siempre fue un cuentero, aprovechó todo lo que se le
ponía en frente para convertirlo en literatura, todo lo vivido, lo soñado, lo
imaginado, lo escuchado, lo leído.
Y para contar no escatimó formatos, ni tampoco fue que los
utilizó a la ligera. Crónicas de una muerte anunciada es eso, una crónica,
además es, por supuesto, una novela.
Cinco capítulos sin título llevan al lector, a través
de una voz que narra lo que le dijeron,
lo que quedó consignado en el sumario, lo que recuerda… todo contado con el
formal tono de una crónica, a pesar de que lo contado, ¡por dios!, resulta ser
la muerte del amigo de nuestro narrador-cronista. ¿Quiere el Gabo que estemos
al pendiente de las incongruencias? tal vez.
En un tono aparentemente frío, se desarrolla la exacta
descripción de todo lo sucedido aquel día en que Santiago Nasar salió muy
temprano, vestido de lino blanco, a recibir al obispo.
A esas horas, ya todo el pueblo sabía que lo iban a matar.
Por qué lo iban a matar es algo que poco a poco se devela, y
no. Digo y no, porque el motivo aunque lo dicen con todas sus letras flotará toda la obra ambivalente y oscuro,
como son los motivos de muchos chivos expiatorios. Y no estoy diciendo ni que
el motivo fuera ni que no fuera, porque eso es lo que quiso el autor,
ambivalencia, dimensión de la literatura y de la vida.
El Gabo no inventó esta historia, sólo la contó como su
pluma quiso, fue una historia verdadera y real, realmente verdadera y con este
pleonasmo quiero decir que no sucedió sólo en los libros, sino acá, donde se
leen los libros. Donde la sangre se derrama y el final no es un colofón, sino
una tumba.
Gabriel García Márquez vivía en una pequeña aldea de
Aracataca, en los Andes de Colombia, lugar real y hechos reales que le sirven
para detonar la "ficción".
Así las cosas, lo que el Gabo hizo no fue inventar la
historia, ni los personajes, no, él se aplicó a uno de sus juegos imaginativos
favoritos, tomó la noticia, escueta, morbosa y fría, como suelen serlo estas
noticias en los diarios, y la desarrolló hasta convertir el obituario en una
novela corta.
Quiero imaginarlo en su escritorio de escritor eligiendo al
narrador de aquel suceso, debía ser alguien cercano y capaz de verlo todo, de
informarse e informarnos de todo, de andar por ahí en el momento de los hechos,
pero también de averiguar, pasado el tiempo, la completitud de los mismos, como
buen cronista. Y para sus fines no le servía el narrador omnisciente.
¿Cómo se logra contar con gracia? con gracia y tan bien como
para que luego anden unos enterados, analizando lo que uno cuenta… vaya usté a
saber, esas cosas se traen, en el caso del Gabo, según él mismo nos refiere,
sus abuelos fueron muy importantes, el coronel, cariñosamente nombrado por el
autor Papalelo era un gran narrador, y andaba siempre urgiendo a su nieto a
buscar en el diccionario más y más palabras, como quien anda recolectando en la
playa muchas conchas para llevar a casa lo tangible del sol, y la abuela Mina,
mujer imaginativa y supersticiosa le dio otro de sus mejores recursos, precisamente
ese por el que se le ubicó en el denominado realismos mágico, del que no
hablaré pues esta obra no está del todo escrita en esa dimensión. ¡Cuándo se
iba a imaginar uno que los cuentos de la abuela terminarán siendo la semilla de
un movimiento literario!, y es que en estas lides, las del arte, los maestros
aparecen donde menos se lo imagina uno, y no basta con ir a la universidad, García
Márquez nunca terminó sus estudios, sin embargo, las universidades le dieron un
doctorado honoris causa en letras, reconocieron su bendita manía de contar.
Así las cosas, contar con gracia puede ser que le viniera en
la sangre, pero de eso a escribir una novela…
---la vida, señores, el Gabo siempre dijo que todas sus
obras aún están atadas al cordón umbilical de la realidad, por más mágicas que
sean, y en este caso, el que nos ocupa, mucho más, Así pues, sigamos: ¿qué
tiene aquel que en este arte de escribir trasciende, aquel que logra trasformar
una noticia en el diario en algo que otros leerán tendidos en un mullido sillón
o en la cama, bajo la débil o potente luz de un foco, internándose en los
mundos que los renglones van desplegando? Imaginación, lectores, imaginación.
Eso que a los niños les vale algún regaño de la profesora en el salón de clase
es lo que un escritor necesita desarrollar en plenitud. No sólo inventar, más
que nada, imaginar. Sobre la vida imaginar, acerca de lo que uno lee, imaginar,
cuando uno escucha, imaginar, ante una noticia tan dramática como el
acuchillamiento de un joven, imaginar, aunque lo imaginado sea tremendo…
¿Y cómo contar con gracia algo tremendo? porque es tremendo
que el pueblo entero sepa que se va a matar a un hombre y NADIE haga nada
efectivo por ayudarlo. Y he aquí el dilema, no es que nadie hiciera nada, sino
que no hicieron nada EFECTIVO.
La noticia corrió como reguero de pólvora, todos sabían que
los hermanos Vicario iban a matar a Santiago Nasar.
Hubo quién lo invitó a desayunar para desviarlo del camino
de los hermanos Vicario, sus próximos asesinos, hubo quien lo anduvo buscando
como loco para avisarle (el mismo Gabo, narrador personaje), hubo quien oculto
en el anonimato mandó una notita a su casa para prevenirlo, hubo quien les
quitó los cuchillos a los gemelos matarifes, aunque luego consiguieran otros, y
esos ya nadie se los quitó… incluso, los mismos asesinos intentaron -veladamente-
que alguien los detuviera, pues, según nos cuenta el narrador, no es que fueran
malos, tenían que "limpiar su honor". Todo eso es lo que cuenta a la
hora de contar algo, las minucias, los detalles, lo que va revelando al hombre,
criatura hecha de cuentos, cuentos que le cuentan de niño y de adulto, cuentos
en la biblioteca, y en los periódicos, cuentos en la casa, en la iglesia,
cuentos, formas primarias de gnosis. Crónicas de ese laberinto por donde se mete
el destino de un hombre.
El porqué van a matar a Santiago Nasar aparece poco a poco,
y otras cosas también, todo lo que se
cuenta se desprende de ahí. Por qué lo van a matar, quiénes… y de ahí ya no es más que ir sacando el hilo y la
madeja entera va mostrando sus colores.
Cuando leí Crónica
de una muerte anunciada por primera vez, me quedaron grabadas dos
imágenes: Santiago Nasar sosteniendo sus entrañas, avanzando como un zombi
hasta el interior de su casa, que ya no
era un refugio; y, la historia de amor entre dos que se aman hasta después de
que se casan, no antes, como en los cuentos de hadas.
Y ambas cosas suceden ya muy cerca del final… no me remuerde la consciencia
contarles el final, porque el mismo García Márquez nos lo cuenta desde el principio, su tirada no es sorprendernos con un hecho
insólito e inesperado en los últimos renglones, su tirada es que avancemos como
deseando que ese final no se dé nunca, y también que leamos interesados en
saber todo lo que le pasa a un hombre que va rumbo a su destino, averiguando
qué rutinas se quiebran para apoyar la encrucijada
final de una vida, pero sobre todo, y eso da mucha frustración, ¡mucha!, asistiendo
impotentes a los infructuosos intentos del pueblo para evitar la catástrofe.
Cuando se busca a Santiago Nasar para advertirle, nadie lo
ve. ¿La fatalidad nos hace invisibles? Cuando se le quiere proteger, sucede lo
contrario, se le deja vulnerable; al final ya no puede ni entrar a su propia
casa, como quien se ha visto envuelto en una serie de circunstancias que no le
dejan sino marchar directo al matadero ¿en qué sociedad es que sucede que
alguien esté tan absolutamente desprotegido? ¿en qué mítico paraje puede darse
que toda una sociedad sepa los males que los aquejan y no haga nada, no sepa
hacer nada, no pueda hacer nada, o no quiera hacer nada, y se convierta sólo en
espectadora de la terrible carnicería?
Con las entrañas descubiertas, avanzando como zombi.
Crónicas de la vida diaria, metáforas de nuestro propio entorno, cuento de
nuestra triste contemplación del destino de un país que va directo a su ruina,
que avanza mientras los demás se van impregnando del crimen, del olor de la
sangre que ya luego no se le quita a nadie. En la voz del narrador escuchamos, "no
sólo yo, todo siguió oliendo a Santiago Nasar".
¿Y las autoridades? porque de esas no se dice nada antes del
crimen, es hasta que todo se ha dado que el alcalde entra a ordenar una
autopsia… ¿¿¿autopsia para averiguar de qué se murió un acuchillado!!!
Una autopsia que de todos modos no tenía ya ningún sentido
legal… bueno, dice el narrador, la autopsia reveló que Santiago padecía del
hígado, y de todos modos se iba a morir… SILENCIO, sí, de todos modos se iba a
morir, así que… ¡¡¡¿qué?!!!
Los asesinos se refugian en la iglesia, aunque no van ahí
por arrepentimiento, no, es que el asesinato tenía que ver con el honor. Los
hermanos Vicario, los asesinos, según muchas insinuaciones -y guiños del Gabo
escritor, y del Gabo narrador personaje-, no querían matarlo… y se ponían un
poco de modo para que los detuvieran, pero… igualitos a muchos, ¡no queremos…!,
pero el sistema social todo está diseñado para que se engendre el crimen, y
nadie pueda evitarlo.
Por otro lado el amor…
Crónica de una
muerte anunciada también es una historia de amor, una historia que se
va revelando, o dando, conforme avanza la trama, el tiempo.
Una historia de amor vinculada irremediablemente a la
tragedia, como las dos caras de una moneda.
Santiago Nasar salió a las seis de la mañana a recibir al
obispo, la noche anterior había habido
una boda, y de esa boda se desprende todo.
Un crimen, una boda. Es todo lo que necesita un narrador
para lanzarnos a la irremediable curiosidad.
Una boda grande y sonada. Con todos los colores del dinero
que se vierte a manos llenas. Una boda de esas que tienen las palabras del que
puede decirlo y hacerlo todo. Hasta comprar una casa con su pasado y sus
recuerdos… Una boda entre Bayardo San Román y Ángela Vicario. Una boda que no
necesitó de ningún cortejo previo, Boyardo no trató de ganarse a la novia, sino
a la familia de la novia… que bien necesitados estaban de un rico pretendiente.
Y todo giró antes de la muerte de Santiago Nasar en torno a
la boda. Cuatro horas fue esposa la desposada, cuatro horas bastaron para que
el novio la devolviera a su casa. Cuatro horas fueron suficientes para que se
gestara la tragedia… cuatro horas para que Ángela Vicario se enamorara de su
marido, y desde entones se dedicara a amarlo ya tenazmente, ¡¿quién fue?!
quisieron saber en su casa, cuando Boyardo la devolvió como quien devuelve un
vestido usado que le han vendido como nuevo. ¡¿Quién fue?! ¡¿quién te deshonró?!
Santiago Nasar.
Ay, Gabo, dinos, por favor, ¿quién fue? a nosotros dinos
quién fue, realmente. ¿Por qué nos dejas como a esos que nunca se enteran de
nada, que contemplan los crímenes aceptando a ciegas un motivo, o un causante,
todo noticias encubiertas, todo aparente causa, razón motivo, circunstancia,
todo medios que dictan por qué y quién, mientras los demás dudamos, y asistimos
a la tragedia, sin mover un dedo, o moviendo unos pocos, o sólo haciendo
argüende, del que no remedia nada… y la sangre mana de las heridas, y hay
carnicería, y la víctima avanza sosteniendo sus entrañas, por la puerta trasera
de su casa, porque la puerta principal, está cerrada.
Si la literatura no contara lo que cuenta, quién lo contará,
si los escritores no dicen, aunque sea veladamente, lo que sucede, quién lo dirá.
YRM
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