Cuanta más poesía, más verdad.
Novalis
El despertar de los personajes es el despertar a la vida, de
la misma manera que nosotros los humanos nos despertamos por la mañana y
dejamos atrás un mundo difuso, así los personajes abandonad la esfera
inconsciente y se plantan en una historia.
Así como despertamos con el sol, y abrimos los ojos porque
llegó el día, la escritura ilumina las zonas oscuras a través de ese despertar
de un personaje en nosotros.
Los personajes no se eligen, son algo que franquea el hundido
reino de nuestras sombras hacia la superficie. Los personajes son palabras de
la vida psíquica, que llevan hacia la realidad su mensaje. La razón, de cualquier
manera, y muy a su pesar es nutrida secretamente por las aspiraciones del inconsciente.
Los cuentos de hadas contienen en todo su esplendor la sencillez
de personajes arquetípicos, fueron formulaciones prístinas, ¿por qué
desecharlas como productos de un pasado al cual no pertenecemos si ellas son la
marca de un sistema de emergencia espiritual que nos cuenta desde dentro cosas
de nosotros, de otros, y de eso que todos somos?
Los cuentos precedieron a la ciencia, pero también la
guiaron, si no ¿cómo o de dónde van surgiendo esas varitas mágicas con las que
se controlan hoy los cambios de canal de un aparato a la distancia de una cama
o un sillón?
Eliminamos las barreras más bien ideológicas que biológicas
con el mundo vegetal o animal. Y surge un cuento. La receta habitual de los
cuentos: la metamorfosis, es también la receta habitual de la naturaleza, de la
vida, de todo lo que sucede a nuestro alrededor, el cambio es constante.
Sólo volviendo a la naturaleza podemos despertar a los
personajes como a botones de rosa que se abren. Despertar a un personaje de
nuestro interior es eso: dejar que del sueño emerja una patria con todos sus
campos a punto de siega.
El cuento es el rito.