“El basilisco”
Y tendrán los entendimientos libres y podrán juzgar de las cosas…
Miguel de Cervantes Saavedra
Recientemente impartí un curso sobre El Quijote, y con gran contento acompañé a los alumnos en el trayecto por la Manchega llanura de unas letras que aún siendo tan antiguas siguen conmoviendo; letras que hacen sonreír, admiran, asombran, y tantas cosas más. Entre los tesoros que El Quijote nos depara hoy dedicaré unos renglones al discurso de la pastora Marcela.
Les cuento: Don Quijote y Sancho, recién salidos de una de sus aventuras, se encuentran con una procesión fúnebre de jóvenes que se lamentan con grandes exclamaciones de dolor por la muerte de un amigo. A su pregunta sobre la razón de su tristeza, los aludidos le responden que el difunto era un joven prometedor, un poeta excelso, un extraordinario amigo y otras muchas cualidades que por lo breve del espacio resumimos en lo dicho. Y era tal la pasión que ponían en señalar la injusticia de aquella muerte, que compartieron con Don Quijote unos versos del difunto (¿ya señalé que era un poeta?). Luego de leer varias estrofas, nuestro caballero andante, admirado de la calidad de la poesía, pregunta muy curioso: “¿Y de qué ha muerto vuestro amigo siendo tan joven?”. “De amor”, es la respuesta de uno de ellos, “una mala mujer ha sido la responsable, un basilisco” (el basilisco es un horrible híbrido de gallo, dragón águila y serpiente, legendaria criatura de la mitología que mata con la mirada). Los dolidos compañeros del poeta argumentaban que la “odiosa Marcela”, una mujer muy hermosa, había, como el basilisco, dañado terriblemente con su mirada al pobre joven hasta el extremo de que éste, no consiguiendo su amor, se había quitado la vida.
No hubo tiempo para más explicaciones de parte de los defensores del fallecido bardo, en ese momento, a lo lejos, se distinguió a la aludida, quien avanzaba muy segura hacia donde se encontraba Don Quijote y compañía. Era majestuosa, asombrosamente bella, tanto que Don Quijote, por única ocasión en toda la obra, dudó si era tan hermosa como su Dulcinea. Los amigos, indignados al verla por ahí, le reclamaron que se presentara, sin ninguna vergüenza, al funeral del que fuese “su víctima”. La pastora Marcela, con gran dignidad y portentoso garbo respondió:
“Hízome el cielo hermosa, según vosotros decís, hermosa de tal manera que, sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura, y por el amor que me mostráis decís y aún queréis que esté yo obligada a amaros. Yo conozco, por el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable, más no alcanzo que por razón de ser amado, esté obligado a amar a quien lo ama…”
El discurso de Marcela no concluye aquí, se extiende por dos páginas de honestas argumentaciones, lo considero uno de los más entrañables alegatos en defensa de la libertad que todo ser humano tiene a decir simple y llanamente “no” a algo que no desea.
Cuántas veces nos comportamos como los amigos de Grisóstomo, el poeta, y renegamos de que alguien en pleno derecho de su libertad la ejerza. Ya sea en las lides amorosas u otras cualquiera, la obra de Cervantes es un monumento a la libertad de todo ser humano.
Algo hago mal porque las actualizaciones de tu blog no me llegan...pero bueno, celebro que puedo llegar cuando sea y leerte y aprender. No he leído aún estas páginas, pero estaré atenta a ver qué me dice don Quijote de la libertad.
ResponderEliminar¡Gracias Yola!
por cierto, nunca había visto al basilisco así que eso es algo más que he aprendido el día de hoy ;)
Ya te llegan las actualizaciones del Blog, Ale?
Eliminar