La lectura en la escuela.
Yolanda
Ramírez Michel
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Ilustración Gobugi |
Leer y escribir... funciones
esenciales del sistema escolar, un desafío que en realidad trasciende a la alfabetización en el sentido
estricto de la palabra; porque el reto que hoy enfrenta la escuela no es sólo
formar intérpretes de signos gráficos, sino ciudadanos de la cultura escrita,
seres humanos afiliados a una sociedad letrada en toda su extensión.
Como detentadora
de la responsabilidad ineludible de la enseñanza, la escuela se enfrenta hoy a
varios problemas en torno a la lecto-escritura: Crear un ámbito donde la
lectura y la escritura sean prácticas vivas y vitales es uno de los principales
objetivos del nuevo currículo.
“En realidad
todos los problemas en torno a la alfabetización comenzaron cuando se decidió que escribir no
era una profesión sino una obligación y que leer no era marca de sabiduría sino
de ciudadanía (1).”
Hubo una época, hace varios siglos, en que la escritura era un oficio, los que
se dedicaban a ello se veían sometidos a un riguroso entrenamiento. En todas
las culturas inventoras de sistemas
primigenios de escritura existieron profesionales especializados en el arte de
los misteriosos signos que estarían
siempre tan ligados al ejercicio mismo del poder: los escribas. Dentro de semejante contexto histórico, la
alfabetización no representó una fórmula que debían de adquirir todos los
ciudadanos, inclusive en la cultura Griega, sólo un veinte por ciento de los
adultos, hombres, libres sabían leer, por consiguiente el concepto moderno de
fracaso escolar no fue aplicado hasta el momento en que la lecto-escritura
formó parte de un programa general de enseñanza.
La democratización
de la lectura y la escritura en el mundo Occidental moderno requirió de la
invención y el diseño de metodologías para dominar la técnica. El paso mágico
hacia la interpretación que surge al descifrar los signos lingüísticos
convirtiéndolos en figuras mentales
significativas, no se dio de manera simultánea ni equilibrada, el entrenamiento
de la habilidad gráfico-motriz no logró garantizar su efectiva aplicación
social. En la escuela no resultan naturales los propósitos que perseguimos
fuera de ella los lectores. Investigaciones recientes demuestran que fragmentar
el conocimiento impide su asimilación. En las prácticas escolares esta
situación, -necesaria ante su condición institucional - ha provocado la
descomposición, selección y agrupamiento
de los elementos que integran un saber
para reproducirlos separadamente en el aula y convertirlos en objetivos
evaluables e identificables. De esta manera se crea una situación didáctica que
separa el objeto de enseñanza – en este caso la lectura y la escritura- de su
función social. La necesidad de comunicar el conocimiento lleva a modificarlo.
Éste se gradúa y distribuye hasta quedar tan alejado del objeto de conocimiento
inicial que es imposible la aplicación del mismo fuera del contexto escolar.
La organización del tiempo didáctico – señala
Chevallard (1984) – se apoya sobre la materia a enseñar, se identifica con la
organización del saber según una dialéctica de la descomposición y la recomposición.
Se constituye una pedagogía analítica que
descompone hasta en sus elementos más simples la materia a enseñar, que
jerarquiza en grados cada fase del proceso.
Ante esta
situación académica cedamos la palabra a G Brousseau (1988) – uno de los fundadores
de la didáctica de las matemáticas como ciencia-, para reflexionar en este sentido:
La didáctica no se reduce a una tecnología y su teoría
no es la del aprendizaje, sino la de la organización de los aprendizajes de
otros, la de la comunicación y trasposición de conocimientos (...) A la
investigación en Didáctica le corresponde encontrar explicaciones y soluciones
que respeten las reglas del juego del oficio de docente o bien negociar los
cambios necesarios (...) No se puede hoy dejar que la institución convenza a
los alumnos que fracasan de que son idiotas -o enfermos- porque nosotros no
queremos afrontar nuestros límites.
Ingresamos al siglo XX con mil
millones de analfabetos en el mundo. La noción de fracaso escolar llevó a los
educadores a señalar a todos aquellos que no eran capaces de aprender los
sistemas gráficos como inadaptados, e incluso en 1960 la dislexia llegó a
considerarse la enfermedad del siglo. Posteriormente, en el año de 1970
estudios sociológicos desplazaron dicha responsabilidad a la situación social y
familiar de un individuo. Con ello las naciones reforzaron sus planes de
alfabetización colectiva. Las estadísticas demostraron que un mayor número de
personas sabían leer, pero en la práctica esos lectores no funcionaban como tales,
podían descifrar los signos, repetir sonidos y
recitar textos, pero no llegaban a comprender el sentido de sus
lecturas. En los Estados Unidos, durante la Primera guerra mundial, los oficiales habían
descubierto que gran cantidad de soldados estadounidenses eran incapaces de
ejecutar órdenes comunicadas por escrito, pues les resultaba complicado
comprenderlas. El presente no es muy
distinto, en nuestras aulas, al aplicar un examen para evaluar conocimientos,
los alumnos preguntan cuál es la indicación después de leer (sin comprender)
las instrucciones.
La escuela reproduce un modelo
cíclico, cerrado y autosuficiente que
genera y multiplica saberes válidos únicamente para sí misma. Los contenidos
académicos sirven para pasar al siguiente nivel, pero no para aventajar fuera
del ámbito escolar. Estar alfabetizado para la vida escolar no significa
estarlo para la vida ciudadana. Reflexionar
por qué y para qué se alfabetiza dentro de las instituciones educativas
aporta un indicio para saber por dónde se debe iniciar una reforma.

Las cosas
verdaderamente importantes para los jóvenes
no puede enseñarse según la didáctica formal; dichas prácticas deben
ser absorbidas, aceptadas e incorporadas
a la personalidad por medio de experiencias emocionales y estéticas(2). Es preciso partir de las motivaciones
afectivas y derivarlas hacia la lectura; no son los contenidos académicos sino
las vivencias las que consiguen cambios
profundos en la conciencia. La lectura desempeña un papel básico en el
descubrimiento y la construcción de nosotros mismos, y puede ser crucial en
etapas de la vida en las que es necesaria una reconstrucción.
El encuentro con
la literatura en la escuela corre riesgos, los maestros mejor intencionados,
pero mal informados, creen que obligar al alumno a leer, y luego reportar y
analizar lo leído, como si fuera la
disección de una rana, es su mejor aportación, entre más libros, mejor. Y el
estudiante se encuentra con que la lectura es obligatoria, y nada obligatorio
motiva al ser humano, lo hacemos y ya porque el maestro lo pide, porque los
padres lo piden, porque la sociedad lo pide. En un estudio publicado el año
pasado, algunos sociólogos franceses escribieron esta frase terrible: “cuanto
más asisten a la escuela los alumnos, menos libros leen”. Según ellos la
enseñanza regular conduce a un proceso de rechazo a la lectura. Y entonces,
cómo proponer a las nuevas generaciones convertirse en una comunidad de
lectores activos; los mecanismos
interiores del ser humano siguen respondiendo a los resortes que una buena
historia dispara dentro de nosotros, no hay grupo humano que se
resista a las mágicas palabras había
una vez... y cito: “somos una especie sujeta al relato (Pascal
Quignard), las necesidades de relato y narración responden a nuestra especificidad
humana... De ahí es fácil partir, el barco zarpa, ya no hay retorno, la
historia o cuento nos envuelve con su
poder cognitivo.
Dos caminos a la
iniciación literaria se ofrecen a los jóvenes lectores del presente. Uno, el
del entrenamiento de las habilidades básicas, del cual la escuela se ha
declarado orgullosamente responsable, -sin haber por ello conseguido desarrollar lectores- y otro, el de la magia de las vivencias que sí garantiza un encuentro exitoso con los libros,
desdeñado sin embargo en algunos ámbitos escolares debido a la preferencia por
metodologías cuya función radica principalmente en medir y evaluar procesos.
Las experiencias
que aporta la lectura no caben en una calificación, van más allá, se elevan
hasta los confines de un espacio inmaterial y silencioso, planean por los cielos
y no logran aterrizar ni ajustarse a un
número.
Por otro lado, lo
que sí corresponde al docente que se
enfrenta con esta realidad es facilitar el disfrute por una diversidad de
textos, hacer comprender que entre todos los escritos del pasado encontrarán
alguno que hablará directo a su oído y de manera muy personal; hacerlos
descubrir la particular misión del poeta, y el periplo de un viaje simbólico
que nos deposita de manera particular en el puerto de la reflexión. Y lo más
importante, el que pretende promover la lectura, debe contagiar el entusiasmo y
la pasión que ello le provoca. La literatura es una habitación propia que permite al hombre atravesar la noche...
Y si las lecturas
escolares se diferencian tanto de las que elegimos para nuestro placer, -
llegando incluso a oponerse a ellas- es
sobre todo por la actitud que requieren unas y otras: no es lo mismo leer
rígidamente en un pupitre escolar ante la insistencia y el control, que en un
cómodo diván, refugiados en la
imaginación.
Jorge Larrosa
distingue dos tipos de lectores surgidos de esta dicotomía: el arrogante, que
permanece erguido frente a lo que lee, sujeto que resulta de la formación
occidental - y académica diría yo – más agresiva y más autoritaria; y el lector que hace de la lectura una escucha
, dispuesto a oír lo que no sabe, lo que no quiere, lo que no necesita, pero
encontrando al final un invaluable manantial de conocimiento.
El poder cognitivo
de la literatura genera infinitas posibilidades para el desarrollo humano, es a
través del relato que escapamos de la estrechez del tiempo y del espacio. Sobre
todo ahora, que vivimos constreñidos por muros cada vez más asfixiantes es
necesario el vuelo de las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia, o la desatada y libre carrera de un corcel.
Como fuente
inagotable de extensas expectativas, a lo largo de la historia, el hombre se ha
valido de la literatura para conocer el mundo. Nada puede el hombre comprender
sin la imaginación, es ella la que convierte ese viaje iniciático a las
entrañas de la tierra en un viaje interior y respetuoso a los abismos del alma. En la sangre fresca que bebe
Drácula leemos nuestra personal sed de
inmortalidad, y en el horizonte de una isla misteriosa la esperanza de un
tesoro nos alienta. Podemos burlarnos de las películas de acción donde ni
explosiones ni tiroteos dejan el rastro de un rasguño en nuestro moderno
Amadis; o desvariar por el abuso de
series de televisión absurdas y salir al mundo a proponer los sistemas eólicos
de ahorro energético cual Quijotes urbanos.
¿Quiénes seríamos
sin las referencias literarias que van construyendo cadenas de significado
infinito, perdurable, continuo... Lazos de papel que unen generaciones ante la
contemplación de un personaje que es
actual desde su tiempo remoto, desde su amistad a prueba de espadas.
Ahora que los
referentes sociales y culturales no definen bien sus límites la lectura sigue
teniendo sentido para el joven como medio para elaborar su mundo interior. Esto
no es nuevo, pero el presente lo requiere de manera apremiante dada la urgencia
de la construcción de una identidad. El
pasado apoyaba dicha construcción mediante los límites simbólicos que las tradiciones
familiares aportaban. Hoy como siempre es indispensable valorar los aportes de
la literatura: el espacio donde surgen
motivaciones profundas, valores universales, y sobre todo, instrumentos para enfrentar la manipulación a
la que es sometido quien ignora.
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Imagen Francesco Chau |
Mediante la
experiencia literaria se consigue una conciencia social, esto convierte a la
literatura en una fuerza educativa potencialmente intensa, así como en
trasmisora de patrones culturales. La institución escolar debe estar conciente
de esto para dar los pasos necesarios en la construcción de los nuevos
lectores; el ingreso a la cultura escrita puede darse por dos caminos: el de la
magia de las vivencias, o el
entrenamiento de las habilidades básicas. Los que cruzan el primero se
convierten en lectores, los segundos tienen un destino incierto.
Respetemos al lector, dejemos que existan
espacios escolares donde la lectura se vuela un refugio placentero, tengamos
confianza en el proceso que inicia la literatura desde los cimientos de su
conciencia, las técnicas y la evaluación objetivas frenan este proceso, la obligatoriedad de la lectura la
despoja de su encanto; el encuentro con el libro es eso, un encuentro, como el
amor, no podemos amar a quien nos imponen; leer se parece mucho a amar, cambia
nuestra vida, nos hace llorar, reír, y deja huellas indelebles en nuestro
corazón. La escuela puede ser un árido desierto donde la voz del libro se
ahogue, o un bosque de arrullos cuyas resonancias crucen todas las fronteras y
muros que atentan contra la comunidad de lectores y escritores en nuestra
sociedad.
Transportar al
espacio escolar las prácticas de lectores y escritores puede ser una fórmula
para iniciar un cambio, cuando manejamos
un auto nuevo no comenzamos estudiando el funcionamiento del motor, nos
colocamos en el asiento delantero, tomamos el volante y nos disponemos a
disfrutar del recorrido.
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Imagen Hajin Bae |
CITAS
1 Emilia Ferreiro
(2002), Pasado y presente de los verbos leer y escribir. México, Fondo de Cultura Económica
pp.12
2 Frank, Lawrence K. Some Aspects of Education
for Home and Family life, Jornal of Economics 23 (1931): 213-22.
Brousseau, Guy
(1988), Didáctica de matemáticas, Buenos
Aires, Piados 1994.
Chevallard (1984)
Sur le temps didactique, IREM de Aix-Mairseille II.
BIBLIOGRAFÍA
Emilia Ferreiro
(2002), Pasado y presente de los verbos leer y escribir. México, Fondo
de Cultura Económica.
Louise M.
Rosenblat (2002), La literatura como exploración. México, Fondo de
Cultura Económica.
Anne-Marie
Chartier (2004), Enseñar a leer y escribir, una aproximación histórica. México,
Fondo de Cultura Económica.
Delia Lrner
(2001), Leer y escribir en la escuela: lo real, lo posible y lo necesario. México,
Fondo de Cultura Económica.
Michele Petit
(2001), Lecturas: del espacio íntimo al espacio público. México, Fondo
de Cultura Económica.
Xavier Puente
Docampo (2002) Lecturas sobre lecturas: Leer, para qué. México,
CONACULTA .